Cómo saber que mi dinero no se va al paraíso (fiscal)
Por Miguel Alba Ruiz-Morales, de Oxfam Intermón
Crisis financiera, crisis económica, de valores, crisis de civilización… Las personas consumidoras vemos cómo nos van afectando unas y otras, a veces sin tiempo para reflexionar sobre ellas, o para darnos cuenta de cómo nos están afectando incluso personalmente, como la desigualdad económica. No es un problema de falta de riqueza en el mundo, sino de que cada vez está concentrada en menos manos.
Hay una realidad obscena donde la economía se pone al servicio de los que más tienen a través de un entramado de privilegios y les permite utilizar herramientas sofisticadas sólo a su alcance como evadir impuestos a través de los llamados paraísos fiscales. El escaqueo fiscal de las grandes fortunas es un factor clave para que la desigualdad aumente. En 2014, la riqueza individual oculta en paraísos fiscales equivalía al 8% del total mundial. Son 7,6 billones de dólares, que equivalen al producto interior bruto de Reino Unido y Alemania juntos. Y va creciendo.
¿Cómo afecta esto a nuestros bolsillos? El sector financiero tradicional considera que la economía productiva no le ofrece rentabilidades tan jugosas como otras operaciones más especulativas. Gracias a un proceso de amplísima desregulación que empezó en los años 80, el objetivo ha sido una carrera sin fin hacia la maximización de beneficios sin contar los riesgos.
La banca en la sombra, al margen del control del regulador, ocupa un peso cada vez más elevado en la economía, y a su vez eleva los riesgos del sector. Para todos es evidente que tras la crisis financiera se ha rescatado a los bancos con fondos públicos generando una deuda que tendremos que pagar durante generaciones. Sobre la mesa está lo perverso que puede llegar a ser el funcionamiento del negocio del sector financiero tradicional.
Ante este panorama, han ido surgiendo diferentes iniciativas que proponen y promueven otra forma de hacer banca, que entienden que la actividad económica ha de ponerse al servicio de las personas y del planeta. Se ha englobado a estas propuestas dentro de la etiqueta de banca ética, donde “ética” no es un reclamo, sino una declaración de intenciones y un reto al que enfrentarse y responder constantemente.
Esto implica financiar exclusivamente proyectos de carácter social y medioambiental, tener un compromiso real con la transparencia, invertir en la economía real, desechar cualquier práctica especulativa o vinculada a paraísos fiscales… en definitiva, entender la rentabilidad económica como un medio para contribuir a conformar mejores sociedades y no como un fin en sí mismo.
Entre las propuestas de banca ética que existen actualmente en España destacan unas cuantas que merece la pena conocer: como Triodos Bank, que se define como banca con valores y únicamente financia proyectos ambientales, sociales y culturales; Fiare Banca Etica, una banca ética cooperativa en manos de la ciudadanía y de las organizaciones sociales; Coop57, cooperativa de servicios financieros que financia la economía solidaria; y Oikocredit, una cooperativa de crédito que toma ahorro en países desarrollados para financiar proyectos en países del Sur.
Esta es una pequeña muestra de organizaciones que hacen finanzas éticas, pero hay muchas más, en muchos casos de carácter local para tener cercanía con las personas a las que quieren ayudar. Y tanto en las organizaciones de mayor tamaño como las propuestas más pequeñas y menos estructuradas, se trata de realidades que existen gracias al apoyo e implicación de personas comprometidas con el cambio social.
Tenemos la ocasión de impulsar con nuestros ahorros modelos empresariales que tengan un impacto positivo en la sociedad. Todas las entidades financieras y las grandes empresas tienen que mostrar una mayor transparencia en la información pública que facilitan sobre donde operan, quienes son sus dueños reales y cuantos impuestos pagan. Nosotros, como pequeños accionistas, inversores responsables, consumidores y ciudadanía en general, tenemos derecho a saber qué se hace con nuestro dinero y a elegir en consecuencia.
Otra forma de banca es necesaria y la banca ética la hace posible. Mientras tanto, empecemos por poner fin a la era de los paraísos fiscales, para cerrar los agujeros por los que se “cuelan” recursos vitales para financiar políticas sociales. Es hora de cambiar las reglas. Y es posible hacerlo.
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