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Tentaciones
el anticrítico gastronómico

Comer solo es la nueva masturbación gastronómica

Las 'single tables' son una de las tendencias que te vas a comer con patatas en 2016. También están los felixiterianos, las enotecas, el DIY...

Hace un año, por estas mismas fechas, en los mentideros foodies se debatía sobre la cantidad de kilos que nos íbamos a echar en nuestras lorzas con tanta novedad. 2015 ha sido un año en el que la gente se ha vuelto loca por la comida sana, por la búsqueda de la exclusividad de lo natural y por el alterne en bares de pincho diferente y molón (y caro). Pero las modas en gastronomía son tan efímeras que para arrojar algo de luz sobre las tendencias gastronómicas para 2016 tenemos que guardar la bola de cristal y abrir bien los ojos, que el empirismo no muerde y sí sacia. ¿Vamos tomando nota?

Lo nuevo es lo viejo. Lo sano ha comenzado a desaparecer con el declive de los nuevos superalimentos. Los restauradores apuestan por devolvernos el sabor robado recuperando los ingredientes tradicionales, las tapas de toda la vida y con un producto ecológico y bien cuidado. Desde las jornadas dedicadas a la casquería o el pescado azul de los restaurantes de Ponzano street en Madrid al buey, el algarrobo o la corvina. ¿Alguien ha visto el tofu o el reishi por algún lado? ¿Sabéis lo que era? Yo no.

La hora del vermut y del jerez. Atrás quedan las marcas de toda la vida o la hegemonía de Yzaguirre. 2015 ha sido el año de la eclosión de nuevas marcas, muchas extranjeras y alguna nacional, como Lustau. 2016 va a servir de ring de boxeo para todas ellas. Martini, tras reinventarse, se coronará como la Madonna del vermut y casi seguro que atacará con otro producto. Y algunas hasta apuestan por su vino de Jerez para coctelería. ¿Demasiado arriesgado?

Single tables. Esta es la tendencia de la que más se está hablando, bautizada como la nueva "masturbación" gastronómica. Comer solo es un placer, y cada vez hay más locales que adaptan sus mesas para los onanistas de la buena cocina. Además, no nos engañemos, comiendo se liga un montón. Este concepto ya lo supo ver el cineasta Giorgos Lanthimos. Vean su película Langosta y échense a temblar.

Los flexitarianos han venido para acabar con la dictadura de los veganos

El colmo del do it yourself. Querido hipster, tú que bebes cerveza artesana y comes cereales del Medio Oriente, ¿no te haces la cerveza en casa? No estás en la onda. Las tiendas gourmet se empiezan a desbordar con peticiones de gente que pretende fabricar su propio queso o quiere hacer cerveza artesanal. Lo último: tu kit de cocina molecular en casa. Se abre el debate.

La espiritualidad es el nuevo fun eating. Que te den el coñazo con canciones o chistes mientras comes es bien molesto. Los ejércitos de camareros instruidos para hacer el tonto (eso que llaman fun eating) ya ha quedado exhumado. Ahora lo que se busca es la experiencia gourmet, como ha explotado David DiverXO. También en la espiritualidad del alimento a través del raw food –a base de alimentos vegetales sin cocinar, la última baza de los restaurantes veganos– o la adopción de la filosofía kintsugi –basada en que cada herida sirve para fortalecerse y crear algo nuevo y mejor, como han hecho en el restaurante SQD Meat Point de Madrid. Es decir, apostar por el hedonismo más ortodoxo.

Flexiterianos. De primeras suena a secta que cree en la vida en otros planetas, pero no es así. Los flexiterianos han venido para acabar con la dictadura de los veganos. Son vegetarianos de dieta flexible a los que les gusta hacer platos cuquis y nada más. Vamos, que mola decir "soy vegetariano" pero, si hay que meter un trozo de solomillo para la foto de Instagram, se mete. Quizás seas ya uno de ellos y no te has dado ni cuenta.

Como en casa en ningún sitio. El constante bombardeo publicitario de webs y apps de comida a domicilio ha dejado claro que cada vez nos gusta más comer en casa, pero que cocinen otros. Incluso estrellas Michelín como Sergi Arola apuestan por abrir sus propios take away.

Enotecas con menú. Después de que el boom de la enología haya convertido a todo el mundo en sumiller, más enotecas abren espacios para comer y cenar. Y siempre están llenos. Un gran acierto pero, ¿estamos preparados?

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