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CLAVES
Columna
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La cultura del pacto

Ciudadanos es una formación de derechas cuyo talante suavizaría las asperezas de un PP autoritario

Jorge M. Reverte

Hemos llegado a una situación inédita en España. Eso en sí no es ni bueno ni malo, pero sí muy interesante para cualquiera que disfrute mirando la política. Y se trata de la posibilidad de que dos o más formaciones acuerden o bien montar Gobiernos conjuntos, o bien llegar a pactos de legislatura que den estabilidad parlamentaria.

Bueno, el experimento sí se ha dado en Gobiernos autónomos, como es el caso de Euskadi o el de Cataluña, este último con todas las variantes posibles menos la de nacionalistas-no nacionalistas, que allí mezclan como el agua y el aceite.

Pero hoy dejaremos este turbio asunto para entrar en otra carnicería distinta. Consiste en buscar los acuerdos posibles entre fuerzas que puedan sumar votos de forma natural. Y si no tenemos la pulsión patriótica como motivo de política de largo (en teoría) nos queda volver la cara al viejo Marx y ver las cosas desde el punto de vista de las clases sociales, que en román paladino se definen en la relación que cada partido guarda con lo que antes se llamaba claramente izquierda y derecha. También, por supuesto, la colaboración entre partidos distintos que defienden los mismos intereses a largo plazo.

Hay una fuerza que merece un buen estudio que es Ciudadanos. Su presidente, Albert Rivera, ha decidido en esta campaña darnos alguna pista: ha declarado que es un partido de centro y lo ha ejemplificado diciendo que puede pactar a derecha o a izquierda, es decir, con el PP o con el PSOE. Eso es mucho informar, y es de agradecer, pero nos lleva a pensar que se trata de una formación de derechas cuyo talante suavizaría las asperezas de un PP autoritario y la falta de modales en el trato con reglamentos mínimos de la ética, al menos de la económica.

Ahora tenemos un caso concreto para exigir que, pacte con quien pacte, Ciudadanos dé un buen ejemplo de cómo hay que hacer las cosas cuando se mezclan economía y política, interés privado y público. Abengoa, una empresa por la que mataría cualquier país ahora que se ha votado combatir el cambio climático, se puede morir como Caja Madrid. Hay que meter en la cárcel a Benjumea y Sánchez, pero ¿qué hacemos con la política energética?

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