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Blogs / Gastro
Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Entre flamenquines y salmorejos

José Carlos Capel

“Me acabo de dar cuenta que el flamenquín cordobés es primo hermano del cachopo asturiano”, le comenté ayer a Kisko García, propietario y cocinero del magnífico restaurante Choco.“Pero son diferentes”, proseguí con mi extraño monólogo. “Los cachopos son dos filetes de ternera rellenos de jamón y queso rebozados y fritos, y los flamenquines rulos de carne de cerdo también rebozados que no contienen queso, solo lonchas de jamón ibérico. Dos carnes diferentes con formas distintas”.

Mientras le hacía estos comentarios García sonreía y me mostraba el paso a paso que yo le había pedido. “El flamenquín evoluciona en Córdoba”, me dijo. “En los bares habrás probado cosas variopintas, los puedes encontrar rellenos de chorizo, de huevo duro, de pimientos, de setas e incluso de langostinos, como el que preparamos nosotros para el bar de mis padres, el marisco no aporta nada pero nos los piden. Hay aficionados que se aferran a la tradición y otros que buscan variantes. Los que se rellenan de jamón y queso se les llama con guasa flamencobos por su similitud con los San Jacobos”.

Kisko me preparó dos versiones. La tradicional a partir filetes de presa ibérica rellena de jamón, que enrolló, envolvió en papel film, dejó enfriar en la nevera, rebozó en huevo y pan rallado, y frió al poco tiempo. Luego, el serranito, relleno con pimiento verde frito, queso de nata y langostinos troceados, que trató de modo parecido. De guarnición, lechuga, patatas fritas y mahonesa. Si los flamenquines se elaboran con buenos ingredientes y se fríen en aceite limpio me parecen deliciosos. Una tapa ideal para compartir entre varios. No me extraña que junto con el salmorejo desate pasiones en los bares de Córdoba.

¿Cómo andan de precio y tamaños? “Compiten en tres aspectos: calidad, tamaño y variedad de los rellenos. Tanto es así que en el Mercado Victoria el puesto de comida japonesa AKU denomina maki-flamenquín a uno de sus rollitos de arroz con jamón. Se tarifan entre 8 y 10 euros, pero lo asombroso son algunas de sus dimensiones, hay rulos que casi alcanzan el medio metro en formato jurásico XXL.”

Durante el aperitivo y antes de la cena, Kisko y yo improvisamos una ruta. En el Mesón Juan Peña tomamos un flamenquín clásico, de cerdo y jamón. Y en el bar del propio Choco el famoso serranito con pimientos y langostinos. Ya por la noche dos lugares singulares. En el bar Hermanos Bonillo, uno gigante de casi medio metro que se salía de la fuente como desvela la fotografía. No sé si el tamaño importará a alguien pero su mediocridad resultó notable.

Nada que ver con el de La Cuchara de San Lorenzo , crujiente por fuera, jugoso por dentro, relleno de queso fundente, una delicia.

Aunque el flamenquín cordobés carece de una guía específica, algo me dice que debe de faltarle poco. Junto a los flamenquines del Mesón Juan Peña y La Cuchara de San Lorenzo tomamos dos salmorejos de quitar el hipo, quizá los mejores de Córdoba. ¡Qué grande es la cocina popular! ¡Qué buena la combinación de los flamenquines con el salmorejo! Sígueme en Twitter en @JCCapel

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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