La cosecha
Madrid se está especializando en anunciar proyectos desde la Alcaldía y luego ponerse a estudiarlos entre mandos intermedios, para más adelante descartarlos
Comí ayer con Pedro, un amigo de la infancia del colegio Campolongo de Pontevedra de los 80. No digo amigo de la infancia ni amigo de la infancia de Campolongo: digo todo eso pero en los 80. Antes de echar pachangas en el parque recogíamos jeringuillas para dejar el campo vacío; un día Golalo se pinchó con una y se fue para casa llorando porque le dijimos, y se lo dijimos súper en serio, que tenía sida. Al día siguiente vino a clase y nos fue tocando a todos porque "si lo tengo yo os jodéis conmigo". Fue cuando Siro, mientras lo separábamos de Golalo, dijo una frase que marcó a nuestra generación: "¡Pero toca a los profesores, no nos toques a nosotros!".
Teníamos once años. Nunca se consigue recuperar la hijoputez original, esa mezcla de ignorancia y un odio involuntario que crecía como las cosas que empezaban entonces: el resentimiento, la envidia, el amor, la lealtad. De todo eso hablé con Pedro, que me llevó al A de Arzábal sacándome momentáneamente del Atlántico de Pepe Solla y del Curruncho al que me invitó un día, para dejarme allí a vivir cuando me supo huérfano, Gonzalo Cortizo. Muy cortés porque es de buena familia, socialdemócrata pero buena familia, Perico me invitó a pagar la cuenta: Perico siempre acaba invitando a lo que sea, como buen socialdemócrata; si al menos hubiese salido liberal español le hubiésemos cargado la cuenta al Estado.
El caso es que me invitó a pagar con un gesto tan plácido que me hubiera parecido de mala educación que pagase él, y entonces comprendí que si me hubiese pedido recoger las colillas de Madrid, como Carmena a los niños, hubiera obedecido de forma instantánea. "¿Cuándo dejamos de ser tan cabrones?", le dije mientras sacaba la tarjeta. "¿En qué momento crecimos y nos volvimos dóciles e hipócritas, oh, Perico?". Se puso serio y dijo: "¿Te acuerdas de Golalo?".
Como Carmena, Perico se tiene en valor. Pero lo que la alcaldesa hace es la revolución por otros medios: ponernos el mandilón a los adultos y sacárselo a los niños. A pocos minutos de los deseos de Carmena siempre hay una fuente municipal diciendo que no. Madrid se está especializando en anunciar proyectos desde la Alcaldía y luego ponerse a estudiarlos entre mandos intermedios, para más adelante descartarlos y finalmente decir que nunca se han planteado: es una Alcaldía Benjamin Button. Le digo a Pedro, pensando en el colegio, que yo también quiero volver atrás; se lo digo con un quejido de llanto, y me pregunta si es que me he dejado algo en el Arzábal.
Es una lección tras otra, esto.
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