Anímese, Megan Fox ha tenido un 2015 peor que el suyo
La modelo y actriz cierra su 'annus horribilis': premiada como la "peor intérprete", con un divorcio complicado y cuestionada como 'chica de portada'
Hace no demasiado, su rostro (y lo que no era su rostro) inundaba las portadas de las revistas masculinas con asiduidad casi enfermiza. Sin duda debido a sus cualidades como actriz, aunque hay que reconocer que uno podría estudiar cualquier foto suya durante una hora en busca de pruebas estéticas en su contra y fracasaría en el intento. Especializada en películas de ciencia ficción y terror, parecía destinada a convertirse en el mito erótico de una generación.
Encarnaba, por así decirlo, un tipo de perfección, muy estadounidense y muy del gusto de un amplio sector de la población masculina. Sin embargo, ¿en qué ha quedado todo eso? Su presencia en portadas se ha reducido drásticamente, sus trabajos en el cine empiezan a ser tomados a chufla y su vida personal es un desastre. A punto de cumplir 30 años (lo hará en mayo de 2016), a Megan Fox (nacida en Tennessee, EE UU), que no es peor actriz ahora de lo que era antes, ni menos atractiva, parece habérsele acabado la suerte. Analicemos su año para olvidar...
Se le rompió el amor y se pelean por la pensión
Todo empezó hace ahora un año, en diciembre de 2014, con un accidente de coche. Un conductor borracho se estampó contra el vehículo de Fox y su marido, el también actor Brian Austin Green (conocido por su papel en Sensación de vivir). No hubo que lamentar daños graves, pero el vértigo que dice ahora padecer Green por culpa del accidente, y que según él le impide trabajar, es la razón por la que le pide a Fox una pensión ahora que se han divorciado. También quiere compartir la custodia de los dos hijos en común. La noticia de su separación saltó el pasado agosto. Se habían conocido en 2004, cuando ella tenía 18 años y él 30. Pese a todo, parece que lo llevan con deportividad: unas fotos publicadas por Daily Mail revelan que el día de Acción de Gracias lo pasaron juntos y en armonía. No tanta como para volver: Megan podría haber encontrado consuelo en el hombro de Liam Hemsworth, ex de Miley Cyrus.
Premio a la peor actriz
A su carrera cinematográfica tampoco le vendrían mal aires nuevos. Su última aparición fue en Ninja Turtles (Las Tortugas Ninja) -estrenada en España en octubre de 2014)-, adaptación de la serie de las tortugas luchadoras. La película fue vapuleada por la crítica, y su trabajo en ella no corrió mejor suerte. En febrero de 2015 fue galardonada con un premio Razzie como Peor Actriz de Reparto (la película obtuvo en total cinco de estos trofeos que nadie quiere recibir).
Atrás quedan sus prometedores inicios en esa película a todas luces superior, titulada Transformers (2007), que la presentó como nueva pin-up de la ciencia ficción. Después parece haber desarrollado un fino olfato para los malos guiones, a los que se tira de cabeza: Jonah Hex (2010) fue elegida Peor Película del Año por la Asociación de Críticos de Houston, y Passion play (2010) fue descrita por su coprotagonista, Mickey Rourke, como “otra mala película”.
Mal vista en el gremio
Por si fuera poco, en Hollywood algunos se apartan a su paso. Y todo por unas desafortunadas declaraciones a la revista Wonderland en septiembre de 2009 sobre Michael Bay, director de la saga Transformers: “Quiere ser como Hitler en los rodajes, y lo consigue. Es una pesadilla trabajar con él. Es un torpe sin esperanza, carece de toda habilidad social”, dijo la actriz. Trajo cola: para la tercera película de la serie, Fox fue sustituida por la modelo inglesa Rosie Huntingdon-Whitley. Como reveló el propio Bay a un periodista: “¿Se acuerda del comentario de Fox sobre Hitler? Steven Spielberg [productor ejecutivo] me llamó y me dijo: ‘Despídela inmediatamente”. El protagonista, Shia LaBeouf, la puso a caldo en la misma entrevista. Pese a todo, Bay, como productor de Ninja Turtles volvió a llamarla: ¿reconciliación o castigo?
Encasillada como ‘sex symbol’
Su imagen de “chica de portada” ha contribuido a encasillarla. Cuando en 2009 en el periódico escocés Daily Record le preguntaron por eso, ella parecía estar a por uvas: “¿Encasillada como qué, como atractiva? ¿Qué tiene de malo? No es algo malo con lo que tienes que cargar. Si la gente me mira de ese modo, lo encuentro halagador”, dijo. Parece haberse quedado en la eterna sucesora de Angelina Jolie, con la que comparte algunas cosas: papeles de heroína explosiva (Jolie hizo de Lara Croft en Tomb Raider), las parejas de ambas son (o eran) actores y les molan los tatuajes. Los más famosos de Fox son “narrativos”, y los luce en la espalda (“Nos reiremos todos de las mariposas doradas”, una cita de El Rey Lear, de Shakespeare) y en las costillas (“Había una vez una chica que no conocía el amor hasta que un chico le rompió el CORAZÓN”, frase de cosecha propia), mientras que la incongruente cara de Marilyn Monroe que lucía en el antebrazo ha sido afortunadamente eliminada con láser.
Caja de contradicciones
Parece que dista un mundo entre lo que Megan Fox representa para muchos (la imagen que ella ha ayudado a modelar) y quién es realmente. No pasa nada por ser contradictorio, pero ciertos datos de su pasado han hecho enarcar algunas cejas. Por ejemplo, Megan Fox es una mujer marcada por una educación religiosa muy estricta. En 2013 admitió a Esquire que sigue yendo a la iglesia (“Allí he visto cosas mágicas”), y confiesa que solo se ha acostado con dos hombres en su vida: su amor de adolescencia y Brian Austin Green.
Por otro lado, en 2008, y bajo el titular “¡Megan Fox era una lesbiana adolescente!”, la revista GQ recogía sus declaraciones sobre la relación que habría tenido a los 18 años con una stripper. Más tarde, ella rectificó: “Cuentas esas historias y les tienes [a los periodistas chicos] comiendo de tu mano”, dijo a Elle. En fin, un juego de verdades y mentiras, de desdoblamiento de personalidad (¿chica dulce o problemática? ¿provocadora o mojigata?) que hace que, a estas alturas, nadie tenga del todo claro quién es Megan Fox.
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