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Migrados
Coordinado por Lola Hierro

Mediterránea, cine participativo y pedagógico para las masas

Fotograma de 'Mediterranea'
Fotograma de 'Mediterranea'

AUTORA INVITADA: MARTA MOREIRAS

Nada nuevo bajo el sol. La historia de Ayiva y Abas la podemos leer a diario en los periódicos desde hace muchos años, demasiados: “Decenas de inmigrantes cruzan el desierto y se juegan la vida por llegar a Europa”, “Cientos de embarcaciones parten desde Trípoli con un único objetivo en mente: Europa”, “Rescatan a un centenar de inmigrantes a la deriva en el Mediterráneo”, “La policía italiana desmantela un asentamiento ilegal de inmigrantes subsaharianos en el centro de la ciudad”, “Detienen a un grupo de inmigrantes durante unos disturbios en el centro de Rosarno, Calabria”. Las portadas de los periódicos europeos dedican su espacio al drama de los inmigrantes africanos continuamente y, mientras muchos lectores lamentan la tragedia y niegan con la cabeza incrédulos ante lo que leen un día más, otros pasan la página, cansados de leer siempre lo mismo, inmunes a un mantra repetido demasiadas veces. Sin embargo, el pasado miércoles 11 de Noviembre las salas de cine de ocho ciudades europeas estaban abarrotadas de gente para ver el estreno de Mediterránea, una película candidata al Premio LUX que el Parlamento Europeo decidió proyectar de forma simultánea en siete países de la Unión para abrir el debate público en directo sobre un tema esencial: la emigración.

¿Quiere ver la gente en el cine lo que ya ve cada día en las noticias? Aunque parezca difícil de creer, sí quiere. Los espectadores se han mantenido pegados a la butaca durante toda la proyección hasta que llegaron los créditos, momento en el que rompieron el silencio y la amargura que deja la película con una ovación de aplausos que todavía resuena en la sala.

Jonas Carpignano se nutre de historias reales para escribir su primer largometraje. Los periódicos, las noticias y la vida misma son su fuente de inspiración para realizar esta película. Mediterránea demuestra que la realidad supera a la ficción y, cada día que pasa, lo hace con más fuerza. “No hay nada inventado, todo lo que se ve en la película le ha ocurrido a los personajes en la realidad” asegura Campignano en la sesión de preguntas posterior al estreno. Rodada en clave documental y siguiendo un orden cronológico, el filme narra episodios de la vida real de los protagonistas, en los que el director se basa, intentando que la película sea lo más fiel a la realidad posible.

Mediterránea cuenta la historia de Ayiva y Abas, dos jóvenes que deciden jugarse la vida cruzando el Sáhara y pagando a la mafia en Libia para subirse a una embarcación (nada fiable) con el objetivo de alcanzar la costa italiana, huyendo de su país de origen, Burkina Faso. Ambos sueñan con una vida mejor al otro lado del Mediterráneo, como los miles de personas que lo cruzan cada año, sabiendo que tienen muchas más probabilidades de quedarse por el camino que de lograrlo. Van en busca de El Dorado, sin saber que no existe, pero eso no importa, de lo que están completamente seguros Ayiva y Abas es de que, si existiera, no está en Burkina, y eso lo saben ellos muy bien.

Estreno de Mediterránea. / Marta Moreiras

Carpignano hace un intento de acercar al público la humanidad del sujeto que hay detrás de las estadísticas, convirtiendo un tópico en un buen relato. Mediterránea pone nombre y apellidos a las personas que viven la tragedia de tener que abandonar a sus familias para poder mantenerlas. “Es muy importante recordar que son individuos y que cada uno tiene una historia” afirma el director.

Ayiva y Abas en realidad se llaman Koudous y Alassane. Ambos interpretan capítulos de su propia vida en la pantalla grande. Todo el reparto de Mediterránea está compuesto por actores no profesionales que accedieron a ponerse frente a la cámara para interpretarse a sí mismos. La historia de Ayiya y Abas es una historia de dolor, de incertidumbre, de sufrimiento, de desesperación, de injusticia, de discriminación, de miedo, de mucho miedo, de terror a la vida y de absoluta pérdida de respeto a la muerte. ¿Respeto a la muerte? ¿Por qué iban a tenerlo? La vida puede ser mucho peor. Mediterránea relata como las personas que huyen de la guerra y la pobreza tienen que tomar decisiones continuamente, bajo presión y en muy poco tiempo, decisiones en las que escoger lo más inteligente o lo más correcto, puede significar la vida o la muerte, situaciones en las que tragarte la dignidad te salva el pellejo.

El gran trabajo de dirección y a la poderosa interpretación de los personajes nos zambullen de lleno en su historia, que pronto hacemos nuestra. La fuerza del relato sumada al realismo de la historia cautiva al público, haciendo que se identifique con los protagonistas en cuestión de minutos. Ya no son “los otros”, somos nosotros. Los espectadores sufrimos cruzando el desierto en Argelia, presenciamos aterrados una tormenta brutal en medio del mar pensando que la próxima ola será la que nos lleve al fondo, gritamos desesperados al oír la sirena ensordecedora de un barco a lo lejos, aunque sabemos que no nos oirá nunca, escapamos corriendo de una banda local que nos persigue por las calles de Rosarno armada con barras de hierro y con cadenas, lloramos frente a Skype cuando vemos bailar a nuestra hija de siete años un tema de Rihanna al otro lado de la pantalla y bajamos la cabeza cuando nos humilla el patrón para el que trabajamos recogiendo naranjas. Pensamos que, en el fondo, el jefe no es tan malo, porque aunque nos putea continuamente y nos grita diciéndonos que somos unos inútiles negros de mierda, a veces nos invita a comer en su casa una lasaña caliente y de vez en cuando nos da un trabajillo extra igual de mal pagado —o peor— que el que nos ayuda a sobrevivir navegando en la miseria. Así es el cine, una entrada directa a la vida de otra persona que se convierte en la tuya. Lo que les ocurre nos agrede, nos indigna, nos llena de ira y de frustración ver tanta injusticia y tanta inmoralidad junta en nuestra propia casa, porque todo esto ocurre aquí, en nuestra ejemplar e idílica Europa, ese ansiado paraíso que solo existe en la imaginación.

Los protagonistas, en un momento del filme.

Mediterránea demuestra la extraordinaria capacidad del cine para generar empatía y despertar la conciencia del público. El largometraje narra el día a día de los migrantes en su travesía sin garantía, en su día a día, lleno de hostilidad y de incomprensión.

La película llega justo a tiempo, en un momento en el que la acogida de migrantes y refugiados está sobre las mesas del Parlamento Europeo, en una época en la que los políticos de todos los países de Europa se van (o deberían de irse) con dolor de cabeza a la cama, pensando en todo lo que está fallando, en qué hacer para mejorar una situación que ha llegado al límite y es necesario repensar, en cómo modificar unas políticas de asilo que resultan insuficientes, discriminatorias, crueles y muy alejadas de la realidad y de las necesidades actuales. Mediterránea es una crónica del momento histórico que vivimos que busca sensibilizar a la sociedad del drama migratorio, con una intención clara de combatir la indiferencia. La película es pura pedagogía, un visionado necesario para los tiempos que corren.

El director novel Jonas Carpignano opta a los Premios LUX del Parlamento Europeo por llevar a la gran pantalla una historia real. Después de arrasar en la Semana de la Crítica de Cannes, llega al gran público con el objetivo de sensibilizar a la población europea del drama migratorio. Carpignano estuvo presente en la proyección de Bruselas y, al finalizar, respondió a las preguntas de los asistentes en las ocho ciudades en las que se proyectó de forma simultánea. Los espectadores de Bruselas, París, Aarhus, Bratislava, Cork, Lisboa, Sevilla (dentro de la programación del Festival de Cine Europeo de Sevilla) y Santiago de Compostela (en el marco del Festival Cineuropa) tuvimos la oportunidad de hacer preguntas a Carpignano en directo a través de Twitter en una sesión de preguntas y respuestas que fue retransmitida en directo a través de internet en los ocho cines donde fue proyectada.

Marta Moreiras es fotógrafa y periodista freelance

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