La lucha contra el ISIS
La política exterior es fundamental en el combate de Occidente contra el yihadismo
En la lucha emprendida contra Daesh (Estado Islámico, ISIS en sus siglas en inglés), la política exterior es decisiva. Además de los atentados cometidos en Túnez, París, Ankara, Bamako, Sinaí (más de 600 muertos desde principios de año), está la bomba de relojería que constituyen los entre 3.000 y 5.000 jóvenes europeos que han ido a Siria a luchar junto a la organización terrorista. Y ahora se ha abierto un nuevo frente: Libia, donde el Estado Islámico es cada vez más agresivo. Una nueva amenaza que nos recuerda que los ataques aéreos, por eficaces que sean (prepararon el terreno para la caída de Gadafi), no son la solución si no van acompañados de una estrategia política.
Libia está presente en las mentes de todos los que rechazan la coalición internacional que está intentando construir François Hollande. Por eso, el presidente ha pasado de hablar de coalición a hablar de coordinación, que también es muy difícil, con los distintos intereses de las potencias. La petición de Francia, expresada en Versalles ante el Congreso, es de ámbito europeo e internacional, pero no tiene asegurado el éxito en ninguno de los dos.
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Hollande sorprendió al utilizar un artículo de los Tratados europeos que exige la solidaridad de los miembros cuando uno de ellos sufre un ataque. Esta referencia, hasta entonces olvidada, puede enseñar algo a quienes todavía no han comprendido que la defensa europea ya no es necesaria, sino urgente.
La ayuda vendrá sobre todo de Alemania, que va a movilizar a 1.200 soldados, en su mayoría destinados a Malí. Es de subrayar la importancia histórica de esta manifestación de solidaridad por parte de un país que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se resiste a cualquier intervención armada. Italia, ya presente en varios escenarios (Afganistán, Kosovo, Líbano), permitirá sin duda que se desbloquee el contingente francés en Líbano. Falta el socio estratégico, sin el que no puede haber defensa común: Reino Unido. David Cameron necesita la aprobación del Parlamento, que debería ser más fácil de obtener después de que el líder laborista, Jeremy Corbyn, haya concedido libertad de voto a sus diputados.
Dentro de la UE, la petición francesa se ha visto devorada por el debate sobre los refugiados, prioritario tanto para quienes los rechazan como para quienes, como Alemania, tratan de encaminarlos y legalizarlos. Hasta que termine la guerra civil en Siria, se trata de ayudar a Turquía a contener la marea de exiliados y a recibir a los que los países europeos rechacen. De un plumazo, Turquía pasa de inspirar desconfianza (especialmente por comprar el petróleo del ISIS) a ser, pese al autoritarismo de Erdogan, socio estratégico, en palabras de Merkel. Y la situación, ya compleja, se complica aún más tras el derribo de un cazabombardero ruso por parte de los turcos. En estas circunstancias, ¿cómo vamos a hablar de coalición e incluso de coordinación? Hollande había empezado bien con el voto unánime para aprobar una resolución de Naciones Unidas que otorga legitimidad internacional a una gran variedad de actuaciones, basada en la necesidad de derrotar al ISIS. Pero ese éxito se convirtió en decepción en Washington y Moscú.
Desde que comenzó el drama sirio, EE UU se mantiene en segunda fila. Después de rechazar, en 2013, los ataques aéreos contra El Asad que proponía el presidente francés, Barack Obama se muestra satisfecho con sus resultados: El ISIS no se ha extendido e incluso empieza a retroceder en Siria. Parece que lo único que ha obtenido Francia de su aliado norteamericano es un mayor intercambio de informaciones.
Rusia, culpable —muy culpable— de sostener la sangrienta dictadura de Bachar el Asad, vuelve a ser un socio necesario. Hollande ha vuelto de Moscú con la promesa de coordinación entre las aviaciones rusa y francesa y la petición del mapa con la situación de los rebeldes apoyados por los occidentales en Siria. Aun así, días después, la aviación rusa volvió a bombardearlos, en especial a los turcomanos. El precio de este acercamiento a Rusia es que la suerte de El Asad no se decidirá más que después de un periodo de transición todavía por definir, y con la esperanza de que Putin acceda al plan. Pero no olvidemos que en el trasfondo está la batalla que libran chiíes y suníes, Irán y sus deudos por un lado, y Arabia Saudí y Turquía por otro. Será necesaria una habilidad extraordinaria para que unos y otros piensen en un horizonte después del ISIS en el que no están necesariamente interesados.
Jean-Marie Colombani fue director de Le Monde.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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