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Un 7 de agosto, Marina Alabau salió del agua tras terminar una competición. No pisó el suelo por mucho tiempo. Su equipo la cogió en volandas, la subió en una tabla de windsurf, le dio una bandera para que ondeara con la mano derecha y una botella de champán para la izquierda. Acababa de ganar el primer oro de España en los Juegos Olímpicos de 2012, pero en aquel momento no fue consciente de ello. “No me lo esperaba. Durante la competición vives en tu burbuja. Sí que escuchas las medallas que va sacando España, pero lo oyes y se te olvida. No sabía que la mía era la primera”. Lo supo al día siguiente, cuando al móvil le llegó su foto subida en la tabla abriendo portadas de periódicos. “Me impresionó muchísimo. En un deporte minoritario como el mío no es habitual ver ese impacto, o ganas los Juegos Olímpicos o no lo consigues”. Poco después de colgarse al cuello el oro olímpico, Marina decidió que era un buen momento para formar una familia. Se quedó embarazada, pero solo interrumpió temporalmente su carrera deportiva. “Venía de ganar los Juegos y me lo podía permitir. Además, tuve la suerte de contar con el apoyo de la federación y los patrocinadores. Un año después volví a competir con más ganas”. Lo que le gusta del windsurf es sentir la velocidad y verse sola en medio del mar, pero ya está pensando en su retirada. “Veo el fin de mi carrera deportiva. Tengo una niña y me gustaría tener un segundo siendo deportista. Me veo yendo a Tokio 2020 y ya. Creo que así habré alargado bastante mi carrera”.
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Virginia López Enano
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