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Alain Delon, la mirada felina que no caduca

Seductor en la gran pantalla y en su vida privada, en la que también hay espacio para las polémicas, el mito del cine francés de los sesenta cumple 80 años

"Alain Delon no tiene 80 años. Hay seres que no tienen edad, él es uno de ellos”. La frase es de su compañera durante 15 años y amiga de siempre, la actriz Mireille Darc. Delon, uno de los últimos monstruos sagrados del cine francés, icono de los sesenta y setenta, cumplía sin embargo los 80 el pasado domingo. Amante de la soledad, heredada de sus heridas de infancia, el artista que aprendió a las órdenes de grandes como Visconti o Godard, lo celebró en familia, dejando los homenajes a sus compañeros, admiradores y críticos.

“Eres el símbolo vivo de la obra maestra que Francia ha producido en este siglo que hemos atravesado juntos”, rezaba la felicitación manuscrita del otro gran mito viviente francés, Brigitte Bardot, con quien rodó Amores célebres (1961). Del seductor manipulador de A pleno sol, de René Clément, que lanzó a un desconocido de apenas 25 años a la fama internacional, al lobo solitario de la trilogía culta del cine negro de Jean-Pierre Melville, Delon deja tras de sí innumerables escenas antológicas.

Alain Delon en mayo de 2013
Alain Delon en mayo de 2013Getty Images

El actor suele recordar el consejo que le dio Luchino Visconti, su primer gran padrino en el cine junto a Clément: “Una carrera es como edificio, sin unas bases sólidas, se derrumba”. Sus bases las consolidó con el maestro italiano, fascinado como tantos por su belleza felina que contrastaba con los guapos de la época y que el propio Delon consideraba poco viril. Con él rodó dos de sus películas cumbres: Rocco y sus hermanos, en 1960, y tres años después El Gatopardo. En Cualquiera puede ganar (Henri Verneuil, 1963) cumplió su sueño de actuar con su referente, Jean Gabin, con quien se reencontraría en 1969 en El clan de los sicilianos, completando con Lino Ventura el trío perfecto del cine policiaco francés. En 1970, Jacques Deray reunió a los dos iconos del momento, Delon y Jean-Paul Belmondo, en Borsalino, gran éxito de taquilla. Clave en su carrera fue su colaboración con Joseph Losey, con quien rodó El asesinato de Trotsky (1972) y El otro señor Klein (1976), de la que también fue productor. Al final de su carrera se arriesgó una vez más para rodar con Jean-Luc Godard en Nouvelle Vague, en 1990. “A mi clasicismo le faltaba su locura”, comentó.

El cine reveló al actor instintivo, cuyo magnetismo sobrepasaba la pantalla. Al mito Delon le acompañó su fama de seductor, en el cine y en la vida real. Mítico ha sido su romance con Romy Schneider, su amor de juventud, que cayó rendida al nuevo galán cuando era casi desconocido. Años después de su separación, la pareja volvería a reunirse en el cine, a petición de Delon, en La piscina (1969). El noviazgo con Sissi Emperatriz acabó cuando conoció a Nathalie Barthelemy, la única con la que se casó, madre de su primer hijo. Con ella también celebró su pasado cumpleaños a pesar de llevar tiempo divorciados. Además están la dulce Mireille Darc y la modelo Rosalie van Breemen, con la que tuvo a sus otros dos vástagos.

La carrera de Delon se ha visto también salpicada por su parte de sombra. En 1968, fue interrogado por el asesinato de su antiguo guardaespaldas. Su carrera sobrevivió, pero el idilio con el público se fue debilitando cuando el Delon productor y realizador empezó a referirse al Delon actor en tercera persona. Su amistad declarada con Jean-Marie Le Pen, fundador del partido de extrema derecha Frente Nacional, y sus reiteradas polémicas de los últimos años, de la defensa de la pena de muerte a la calificación de la homosexualidad como “en contra de la naturaleza”, han terminado de empañar su imagen. Delon respondió a su manera a las acusaciones de endiosamiento en su último trabajo en el cine, en 2008. En Asterix en los Juegos Olímpicos daba vida a un narcisista César en el que se parodiaba a él mismo.

Los cinéfilos prefieren quedarse con el hombre de cine, su mirada expresiva, solitaria y en ocasiones tan melancólica, y esa belleza intemporal, “infernal e insostenible”, a ojos del actor Vincent Lindon, que la marca Dior ha recuperado ahora para la imagen de su clásico Eau Sauvage.

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