7N: Estoy viva
Hoy miles de mujeres y hombres venidos de todo el Estado español marcharán por las calles de Madrid en recuerdo de las que ya no están
Hoy es el aniversario del nacimiento de mi admirado Albert Camus y mi cumpleaños. Hoy sigo viva y, parafraseando a Camus, contenta de estar y de estar en la luz, angustiada frente a la noche y a la muerte. Hoy miles de mujeres y hombres venidos de todo el Estado español marcharán por las calles de Madrid en recuerdo de las que ya no están. Se llamaban Patricia, Carmen, Ruth, Susana, Lola, Silvia, Yolanda, Stella, Montserrat, Arantxa, María Teresa, Pepa, Begoña, Laura, Marina, Judith, Vera, Leticia… Se llamaban como yo, como mis familiares, como mis amigas. No podría nombrarlas a todas aunque quisiera. Duele reducir vidas a cifras: han sido 1.378 muertas en los últimos 10 años, 70 feminicidios en 2015. Este verano pasado, 37 mujeres y 8 menores murieron a manos de sus parejas, padres o parejas de sus madres. Estos crímenes son sólo la punta del iceberg.
Todas ellas eran vulnerables, como los hombres que las mataron. La vulnerabilidad es parte de la condición humana y no hace víctima a nadie. Hace víctimas un sistema que precariza la vulnerabilidad y la diferencia, que fomenta la desigualdad y la dominación. Un sistema que nos enseña a dominar o a callarnos ante los abusos, a competir salvajemente o a cobrar menos, a tomar riesgos innecesarios o a cuidar de los demás, a demostrar una erección permanente o la sumisión esencial, a creerte el puto amo o un perdedor. Hoy se pide que estos modos de entender la identidad y la vida, que son palabras, que son prácticas, que son violencias, sean una cuestión de Estado. Sus consecuencias afectan de un modo directo a más de la mitad de la población del país, es decir, a las mujeres. Su erradicación debería motivar, y mucho, al resto. No es un asunto privado. Es un asunto social grave y es posible solucionarlo.
En El primer hombre (1994), la novela póstuma que Camus —con un Nobel de Literatura en su haber— describió como "su primera obra", el escritor, valiente, expone su fragilidad ante la ignorancia y la miseria, su deseo de "nacer por fin como hombre para después nacer otra vez en un nacimiento más duro, el que consiste en nacer para los otros, para las mujeres, como todos los hombres de ese país donde debían enseñar a los otros a nacer".
¡Todo un regalo, Albert! Ojalá pudiéramos disfrutarlo.
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