Cuando el manager es la verdadera estrella del grupo
Creativos, acomplejados, corruptos y hasta un poco mafiosos. Repasamos la figura de los managers más carismáticos de la historia de la música
¿Qué intereses llevan a alguien a representar a un músico? ¿Son estos puramente económicos? En muchos casos, o en algunos de lo más insignes, la respuesta corta es un rotundo no. La larga, por otro lado, tiene tantos matices como ejemplos se quieran poner bajo estudio. En el caso del documental Lambert and Stamp, programado dentro del festival Beefeater In-Edit, la lupa del director James D. Cooper se sitúa sobre la figura de Kit Lambert y Chris Stamp, dos amigos que querían ser directores de cine y terminaron representando a la banda mod más famosa de la historia: The Who.
Admiradores de la nouvelle vague francesa en general y de Jean Luc Godard en particular, Lambert y Stamp querían rodar una película, y no: no tenían videoreel con el que ir a ninguna productora. Tomaron la decisión de aliarse con una banda a la que poder grabar, creando así una pieza audiovisual que luego moverían por los estudios con la intención de dirigir su ópera prima. ¿Rocambolesco? Eso debieron pensar High Numbers, un grupo no muy conocido, pero con proyección, cuando Lambert y Stamp propusieron a los padres de cada uno de los miembros pagarle un sueldo a sus retoños, a cambio únicamente de poder convertirse en los representantes de la banda. Los tutores, que eran todos de clase trabajadora, aceptaron sin pensárselo, y sin ser conscientes tampoco DE que, de alguna forma, estaban firmando la sentencia de muerte de High Numbers.
Lambert y Stamp querían ser directores, y se pusieron a dirigir incluso antes de que las cámaras empezaran a rodar: High Numbers les sonaba a retórica de bingo, por lo que mejor cambiar el nombre del grupo a The Who; en los conciertos no bastaba sólo con que hubiesen mods, sino que tenían que estar los más elegantes, con lo que crearon una lista de vips llamada 100 Faces cuyos miembros podrían entrar gratis a todos los conciertos de la banda; la composición de los temas debía recaer, bajo la tutela de los managers y por decisión de éstos, en el guitarrista Pete Townshend. Cuando se dieron cuenta, aún no podían hacer realidad su sueño de aparecer en Cahiers du Cinéma, pero sus chavales ya estaban destrozando los instrumentos en el Festival de Woodstock. La injerencia de Lambert y Stamp puede ser cuanto menos cuestionable, pero absolutamente necesaria para entender la gestación y posterior éxito de los creadores del My Generation.
Malcolm McClaren, el inventor de la cresta
Avatares del destino (o no), una canción como My Generation fue mil veces versionada en directo por un grupo como Sex Pistols. El hombre detrás de la banda de punk definitiva se llamaba Malcolm McLaren y, de la misma forma que Lambert y Stamp, la moldeó a su antojo. Si alguna vez te has preguntado por qué la tribu urbana de la cresta y los imperdibles suele ir enfundada en cuero, a partir de ahora podrás dejar de hacerlo: junto a la posteriormente reverenciada diseñadora Vivienne Westwood, Malcolm McLaren era propietario de la tienda de ropa Sex, boutique especializada en ropa de cuero, camisas de fuerza y demás prendas que rallaban el look sadomasoquista. McLaren encontró en una banda de popularidad creciente como Sex Pistols sus mejores maniquíes, haciéndoles vestir el género de Sex en cada concierto o entrevista que estos daban. No sólo definió, junto con Westwood, la estética de todo un movimiento, sino que empezó a involucrarse cada vez más en cuestiones que excedían a la mera apariencia de Sid Vicious y compañía, llegando incluso a prohibirles hacer pruebas de sonido antes de los directos, para sonar “más punk”. Actualmente no encontraréis a ningún miembro de Sex Pistols que le dedique palabras bonitas, pero nadie puede negar la capacidad de McLaren para reinventarse una vez disuelta la banda: en solitario, ha probado con el merengue, el rap old school, e incluso con el trip hop. También le han visto empinando el codo con el guionista de Watchmen -y ahora mago- Alan Moore, pero eso, como suele decirse, es otra historia.
Lou Perlman, el fabricante de boy bands
Para encontrar más figuras de este tipo, hay que trasladarse forzosamente a los años noventa. Sin ir más lejos, en otra de las propuestas del Beefeater In-Edit como es Backstreet Boys: Show’Em What You’re Made Of podemos hallar también una personalidad fascinante: Lou Perlman, responsable del éxito de, claro, Backstreet Boys, pero también de boybands como N’Sync o US5. Perlman, superficialmente, podía parecer un manager al uso; orondo; nada fiable a la hora de repartir las ganancias con sus bandas; ese tipo de representante con el pedigrí suficiente como para fardar en su currículum de una detención en Indonesia por haber participado en un fraude a gran escala. Lou Perlman acabó encarcelado, sí, pero su leyenda se cimentó en haber sido el Dr. Frankenstein de las bandas de chicos sensibles. Si el camino natural de cualquier grupo es conocerse entre sí antes de tener un manager, Perlman rompió el molde juntando en su mansión a menores de edad sin relación alguna para unirlos profesionalmente de por vida y convertirlos en un producto ampliamente comercializable; la casa de Lou se transformó, de algún modo, en el Neverland de la mercadotecnia musical. Su ambición era ilimitada, llegando al punto de tirarse piedras sobre su propio tejado, como bien apunta Backstreet Boys: Show’Em What You’re Made Of, al crear la competencia directa -N’Sync- de su buque insiginia -Backstreet Boys- buscando ampliar sus ganancias hasta el infinito.
Manager de día, matón de noche
No podemos olvidar tampoco al protector del rapero Dr. Dre, el miembro de los violentos Compton Bloods Marion Knight. En el mundo del hip hop, estar a malas con Knight significaba salir con los pies por delante en cualquier momento. En las oficinas de Death Row, el sello de Knight en el que Dre debutó en solitario después de su paso por NWA, eran comunes las palizas de escarmiento, las violaciones a subalternos, y otras lindezas por las que Knight acabó dando con sus huesos en la cárcel en 1997. Los problemas con la justicia que ha tenido son múltiples: agresiones a personas de ambos sexos, tenencia ilícita de armas y estupefacientes, participación en robos y tiroteos… Es incomprensible cómo, entre tanto, pudo apadrinar discos fundamentales de la historia del rap como Doggystyle, The Chronic o el All eyez on me de Tupac Shakur. Todos sus pupilos, no sin razón, lo abandonaron tarde o temprano, cuando no están, directamente, muertos y enterrados. Kanye West, por cierto, tiene una demanda suya.
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