¿Policarbonato y sostenibilidad?
Bajando el tono de la arquitectura, los integrantes de H Arquitectes buscan subir otro tono, como el del consumo energético. Lo explicaba David Lorente a este periódico: “A mí el plástico me pone enfermo. Me hace sudar cuando lo veo. Pero si me hago un invernadero para cultivar flores será el material más óptimo. No lo estamos usando para hacer los cimientos. Lo utilizamos en su lugar”.
Y en la fachada del nuevo edificio ICTA-ICP en el campus de la UAB, (Universidad Autónoma de Barcelona), en Bellaterra, lo demuestran. El inmueble, un centro de investigación para las facultades de ciencias ambientales y paleontología, tiene cinco plantas y dos subterráneos. En esos siete pisos conviven las aulas y los laboratorios, los despachos y hasta los huertos y los invernaderos (en la cubierta). Por eso sus arquitectos –el tándem formado por los estudios H Arquitectes y Dataae- explica que los laboratorios y los despachos son calurosos porque “tienen mucha carga interna”. Esa carga hace alusión al nuevo código técnico para edificar que califica así las actividades que generan mucho calor. De ahí que su diseño buscase aprovechar ese calor generado en invierno y trate de ventilarlo en verano. Con ese objetivo, el nuevo edificio universitario es cambiante, flexible y adaptable. Veamos cómo y por qué.
Para empezar, en el interior, la propia estructura de hormigón, además de rebajar el coste final del edificio, contribuye a su confort pasivo (sin consumo energético). Lo logra gracias a un sistema de losas de hormigón aligeradas con tubos internos por los que circula el aire. Gracias a la energía geotérmica, proveniente del suelo del edificio y transportada por la propia estructura –que conduce el calor y el fresco hasta los forjados-, el edificio consume muy poca energía y ha obtenido certificación energética A (CTE) y 73 puntos en el parámetro Leed Gold (siendo lo máximo el leed Platinum a partir de 80 puntos).
Esta estructura sólida sujeta una serie de cajas de madera que encierran y aíslan las diversas aulas y salas. Todo el espacio –la suma de cajas y espacios de comunicación- está envuelto en una piel de policarbonato de bajo coste que, como apuntábamos, es otro de los recursos para contribuir al bajo consumo del edificio. Lo es porque toma por modelo los sistemas industrializados de los invernaderos agrícolas. Así, el inmueble está vestido por un sistema inteligente que permite abrir y cerrar ese cerramiento para captar el calor del sol y dejar pasar la ventilación reduciendo así su consumo energético.
La luz no sólo envuelve el edificio. Cuatro patios verticales la llevan a todos los espacios de trabajo reduciendo también el consumo de luz artificial y, por lo tanto, disminuyendo el calor en el interior del inmueble. Sobre el policarbonato y cubriendo parcialmente los patios, una última capa vegetal de diversas especies estabiliza la humedad del edificio. Las aguas (pluviales, grises, amarillas y negras) de todo el inmueble se recogen y reciclan para completar, así, el ahorro energético de un edificio que rompe esquemas demostrando cómo el plástico puede también ser sostenible.
Precio por metro cuadrado según arquitectos: 900 euros (avisan de que las plantas subterráneas fueron más baratas).
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Babelia
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