Hacia otro modelo laboral
La EPA del tercer trimestre demuestra que bajar el paro con contratos precarios no es una vía para sostener la recuperación; hay que explorar otras opciones
La última Encuesta de Población Activa (EPA) que puede tener repercusión electoral en la legislatura refleja con precisión lo que puede dar de sí la actual política laboral. Durante el tercer trimestre, el desempleo descendió en casi 300.000 personas (queda en 4.850.800, con una tasa de paro que cae bruscamente en 1,2 puntos, hasta el 21,18%); el número de ocupados subió en 182.200, hasta un total de 18.048.700. Si la EPA se constituyera en balance de la legislatura, podríamos decir que el equipo económico de Rajoy ha reducido significativamente el desempleo, pero no ha conseguido alcanzar el nivel de ocupación de 2011.
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Esta imagen fija de la EPA retrata el mayor logro que puede alcanzar una política encerrada con dos instrumentos elementales y, a la postre, insuficientes: recortes drásticos del gasto público —que no han estabilizado correctamente las finanzas públicas— y una reforma laboral de dirección única, limitada a facilitar los despidos, sin más opciones, y que ha provocado un alto grado de litigiosidad. El mercado de trabajo sigue aquejado de dos graves dolencias, presentes en la EPA. El paro juvenil está entre los más altos de Europa y lo mismo cabe decir del desempleo de larga duración. Más allá de la mejora estadística, la persistencia de estrangulamientos tan graves tiene consecuencias sociales: frustración y expulsión del país de profesionales jóvenes cualificados.
El modelo laboral para salir de la recesión se ha basado casi exclusivamente en el empleo temporal. Este tipo de contratos no puede sostener una recuperación firme, que no sólo esté basada en construcción y turismo. Quienes defienden que “ya no volverán los contratos fijos para toda la vida” porque “este es el signo de los tiempos” olvidan que lo que se busca son empleos estables, y no eternos; y que esa estabilidad tiene que definirse objetivamente. Por eso es necesario, incluso urgente, un cambio de política económica.
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