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CLAVES
Columna
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Camisas rotas

Las vallas que separan a los altos ejecutivos de los representantes sindicales ya no son como antes, aunque puede que vuelvan a serlo

Jorge M. Reverte

El comentario de los dos pacíficos ciudadanos al ver la foto de los directivos de Air France con la camisa rota y saltando a duras penas la valla metálica para escapar de la ira desbocada de los representantes sindicales obliga a cualquiera a tomar partido:

—Pues yo no veo concertinas en esta valla. No hay que dramatizar.

Pero yo no estoy de acuerdo. Sí hay que dramatizar. Porque esa foto explica mucho de lo que en Europa, y si me apuran en todo el mundo, ha avanzado el diálogo frente a la confrontación en casi todos los terrenos.

Es cierto que lo de las concertinas llama la atención, porque ya parecía asumido que estos dispositivos iban de fábrica con las vallas. Pero no, ya podemos estar seguros de que su misión es provocar heridas a negros. Las vallas que separan a los altos ejecutivos de los representantes sindicales ya no son como antes, aunque puede que vuelvan a serlo.

Ahora bien, estamos hablando del final de un proceso. El principio es lo que en este caso importa: una negociación entre los supermillonarios directivos de una multinacional y los sindicalistas de cuello blanco con modales de sindicalistas de cuello azul acaba a guantazos, cuando todo el mundo sabe que los del cuello azul son la aristocracia sindical, aquellos trabajadores que pasan los días contando las horas sindicales que les regalan sus representados, y los muchos beneficios monetarios o no que obtienen de sus cargos. Esa negociación resulta ser más dura que la que llevan los mineros con la empresa que juega con sus cuerpos a 800 metros bajo tierra.

Por supuesto que las diferencias salariales entre los directivos y los de cuello blanco son enormes. Pero es cierto también que la diferencia en la forma de vivir entre los representantes y los de cuello azul es mayor.

En un futuro, en las clases de antropología, se estudiará esta foto para ilustrar cómo los trabajadores dejaron de tener una razón para sindicarse, y empezaron a tener otras muchas para organizarse como si fueran distintas clases sociales ellos mismos.

¿Pedimos en el próximo convenio que la valla lleve concertinas?

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