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Tentaciones
Opinión

Por el derecho a ser lo que te dé la gana

La Fundación Daniela tiene una propuesta para el Congreso de los Diputados: dejen a nuestros niños sentirse del género que les dé la gana… El debate está abierto

Fundación Daniela/Youtube

Lady Gaga cantaba aquello  de “Rejoice and love yourself today ‘cause, baby, you were born this way. No mater gay, straight or bi, lesbian, transgender life. I’m on the right track, baby. I was born to survive” (“Alégrate y quiérete hoy a ti mismo porque naciste así. Da igual que seas gay, hetero o bi, lesbiana o transgénero. Voy en el buen camino. Nací para sobrevivir”). Este debería ser un lema necesario en el siglo XXI.

Porque cada época tiene sus mitos, y por mucho que digan que la generación X, la Y, la Z y la que sea que viene ahora son generaciones sin mitos, nunca hay que subestimar el poderío de las estrellas del pop. Podemos pensar que Lady Gaga es una 'payasa', pero sus letras no son ninguna tontería. Hasta hacen referencia a textos básicos del feminismo postmoderno como “Manifiesto para Cyborgs” de Donna Haraway. En mi generación salir del armario suponía, para algunos privilegiados, menos problemas que en décadas anteriores, por mucho que fuéramos criados en unas décadas en la que ser gay estaba “bien” pero en las que era “mejor” cuanto menos visible fuera. Ahra muchos treintañeros hemos empezado a aceptar ciertas hechos en lo que a cuestión de género se refiere. Vamos tarde.

La mía es una generación que creció sobredimensionando la cuestión de la sexualidad pero, básicamente, dejando la cuestión de género “para más tarde”. Nos dio por alimentar la idea de que “ser quien nos dé la gana” pasaba por meter en la cama a quien nos apetecía y, de esta forma, acabamos obviando la perugrollada de que “ser quien nos dé la gana” es más bien eso: “ser quien nos dé la gana”, literalmente, independientemente del género con el que retoces en tu intimidad. Así las cosas, no es de extrañar, por ejemplo, que todavía exista una preocupante confusión al respecto de términos como transexual o travesti y, sobre todo, cierto rechazo a ambos conceptos.

No hay duda: lo trans es el nuevo estigma una vez superado el trauma de lo gay. Si en los 80 y en los 90 la sociedad hizo un esfuerzo re-educacional para aceptar, comprender y abrazar a esos niños y niñas que crecían siendo diferentes porque se sentían atraídos por su mismo sexo, en el nuevo siglo la re-educación pasará por la comprensión de que el género no es lo que tienes entre las piernas, sino dentro de la cabeza. Teniendo en cuenta que lo gay se ha convertido en algo no sólo aceptable, sino rabiosamente exitoso en ciertos casos, cada vez es más usual ver a niños que visten su homosexualidad como un manto de infinito 'molamiento'. ¿Que esto es algo que les puede reportar dificultades relacionales con su grupo social? Sí, claro. Tanto o más que ser el empollón de la clase, un gótico o un aficionado al rol en vivo.

Ahora bien: siempre hay una línea roja que no se puede ni se debe cruzar. Y esta línea roja es, en la actualidad, la cuestión de género: está bien ser un niño amanerado o una niña machorra, pero lo que es inaceptable es que un niño sienta ser una niña o que una niña sienta ser un niño. Ahí empiezan los problemas… Y no son sólo problemas sociales, sino también legales. En España, por ejemplo, hasta que una persona no cumple los 18 años no puede apelar al género de su carné de identidad, que se le asignó al nacer, evidentemente, a partir de sus evidencias genitales. Con todos los problemas psicológicos que esto implica al sentir que tu propio país no reconoce a la persona que realmente eres, sino exclusivamente al cuerpo en el que estás encerrado.

Será este un proceso de re-educación y cambio de marco legal que no podemos dejar “para más tarde”. Hay que llevarlo a cabo ya, aquí y ahora. Hay que sumarse a proyectos valientes como la recogida de firmas que la Fundación Daniela está llevando a cabo para presentar ante el Congreso de los Diputados una petición formal de reformulación de la ley para que los niños no vean su género fatalmente ligado a lo que dicte su cuerpo.

Y será un proceso que hay que recorrer, a su vez, intentando no dejar “para más tarde” ningún otro corolario en cuestiones de sexualidad y género. Es necesario asumir que apostar por el derecho de las personas a ser lo que quieren ser no pasa exclusivamente por dejarles decidir si quieren ser hombres o mujeres. Estos términos, “hombre” y “mujer”, van a ser desmontados en los próximos años a medida que nos adentremos en la era del pan-género, el post-género o como sea que se le acabe designando. Las masculinidad y la feminidad serán puestas en tela de juicio, vaciadas de su carga icónica y relativizadas al máximo. Las generaciones que están por venir crecerán sin el peso de unos modelos que dicten lo que significa “ser un hombre” o “ser una mujer”…

Puede que la humanidad se pasara el siglo XX luchando por las libertades, pero será el siglo XXI en el que conquistemos la verdadera libertad definitiva: ser quien nos dé la gana.

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