Los Daft Punks que se quedaron por el camino
'Eden', la nueva película de Mia Hansen-Løve, rememora los tiempos de la escena electrónica parisina de los 90
En la película Eden, de Mia Hansen-Løve, el puerta de una discoteca parisina impide el acceso al local a Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter. Son Daft Punk, aunque a cara descubierta nadie les reconoce. La cinta, que llega este viernes a las salas españolas, regresa a los 90 para mostrar las claves del French touch, la época dorada de la música electrónica francesa. Pero la directora pasa de mitificar recuerdos y reconstruye sus propias memorias desde la melancolía en vez de la nostalgia. El género musical que encumbró a Air o Mr. Oizo aparece como escenario vital para una historia que es en realidad la biográfica parcial de Sven, el hermano de Hansen-Løve, quien ha aportado su experiencia personal como coautor del guion. Su alter ego, Paul Vallé, es un Dj que acerca los sonidos electrónicos a la escena musical de la capital francesa. Tras su éxito inicial, queda atrapado durante décadas en un limbo de insatisfacción, con la energía y el buen rollo a ritmo de música dance sonando de fondo. Esta es la historia del French touch desde el punto de vista de todos aquellos que no fueron Daft Punk.
Desde fuera, es fácil pensar lo interesantes que fueron los días del French touch. Seguimos sintiendo euforia con sus melodías.
Antes del French touch no existía música moderna que fuera deseada por el resto del planeta. Sin duda actualizó la idea externa de lo que es el glamour francés. Pero existen toneladas de casos como el de mi hermano. Hubo mucha más gente a la sombra de Daft Punk que a la altura de Daft Punk. La forma de comportarse como DJs de esta gente era distinta a la del resto; en ellos había algo de idealismo y sentimientos naive. Por eso creo que hablar de ellos en esta película sirve para hablar de toda mi generación.
¿Qué paso cuando la palabra Dj entró en vuestra casa?
Eran los primeros años de los 90. Mi hermano dijo que quería ser uno y mis padres ni siquiera entendían lo que estaba diciendo. En esa época era sinónimo de drogas y pobreza. Cuando empezaron a leer en los periódicos que era una profesión de gente enrollada, mi madre se quedó más tranquila, como le pasó muchas otras madres.
Pero en cierto modo ese lugar común era cierto y decides optar por mostrarlo en la película en vez de añorar los días de gloria. Es un relato más melancólico que nostálgico acerca del lado oscuro del hedonismo.
La melancolía es parte de mi personalidad como cineasta y guionista pero no es nostalgia lo que hay en “Eden” porque intento que la mirada al pasado sea lúcida y precisa, que no mitifique lo que ocurrió durante esa época.
Eden ofrece una mirada universal. Se fija en todas aquellas cosas que te hacen feliz e infeliz al mismo tiempo.
Siempre me he sentido atraída por mostrar esa dualidad. En este caso fue todavía más sencillo mostrar lo que yo viví: por un lado el espíritu festivo y la luminosidad musical del French touch y al mismo tiempo el sentido de insatisfacción y cierta amargura en muchos de los que participaron en ella.
¿Qué recuerdos personales te quedan de esa época?
Hacer películas es para mí una forma de recrear recuerdos, así que a veces termino por confundir la parte de mi memoria que es real con la que he rodado. Pero revivir el French touch fue recuperar la felicidad que viví de adolescente, cuando me sumergí en la música electrónica y en la escena de club gracias a mi hermano mayor. Yo me quedé con la parte luminosa. Tenía apenas 13 años, pero él me colaba en cualquier local que me apeteciera conocer. Descubrí ese mundo y esa música a través de sus ojos. Yo era su fan.
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