La hora de Alemania
Los refugiados son un reto que puede decidir el papel del líder europeo
Alemania saldrá cambiada de la llegada masiva de los refugiados. Lo ha señalado la canciller Angela Merkel para suscitar en sus conciudadanos actitudes positivas ante las dificultades que presenta la acogida de centenares de miles de personas que escapan de la persecución y de la guerra. Dificultades que ayer mismo se hicieron evidentes con la decisión de restablecer los controles —temporales, según Interior— en la frontera con Austria. El Gobierno de coalición ha resuelto así las fricciones abiertas —en su seno y entre Berlín y los länder—tras la llegada a Múnich de miles de personas y la petición de ayuda de su alcalde por desbordamiento. La capital de Baviera recoge las columnas que suben desde Serbia, Hungría y Austria y ha recibido más de 60.000 refugiados en las dos últimas semanas.
Los ciudadanos son vitales para organizar el acomodo de los recién llegados —cientos de ellos acudieron a la estación central de Múnich— y sobre todo para integrarlos y ayudar a convertirlos en ciudadanos con derechos y deberes. Pero las estructuras no son capaces de seguir la velocidad de los acontecimientos: los mensajes de la canciller Merkel han sido criticados por los responsables de Interior de los Estados, que se quejan de falta de centros de acogida y de riesgos para la seguridad.
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Alemania tiene poderosos estímulos e instrumentos para integrar a los 800.000 refugiados previstos para este año e incluso para seguir haciéndolo en los próximos años. Tiene instituciones fuertes y eficaces, una economía capaz de absorber a los recién llegados y una población preparada para acoger a quienes, a fin de cuentas, van a garantizar el futuro de un país que se enfrenta al decrecimiento demográfico y a la decadencia de su Estado de bienestar. Además de la unificación, el país ha realizado con éxito operaciones similares en varias ocasiones desde que terminó la guerra mundial: con los expulsados de los territorios perdidos por el Reich, con los alemanes huidos de su parte oriental, con los trabajadores extranjeros y con los refugiados de las guerras balcánicas.
Alemania se juega mucho en esta crisis, y su ejemplo interesa a los europeos: exige emulación y solidaridad. No tendría sentido que no lo acompañara un esfuerzo proporcional por parte de todos. Quienes racaneen, como hacen países del antiguo bloque comunista, irán quedando marginados de la unión más estrecha de los pueblos de Europa. Los alcaldes de las ciudades españolas movilizados para acoger refugiados están en perfecta sintonía con Angela Merkel, que ha ejercido el liderazgo que corresponde al peso de Alemania. La llegada de los refugiados también hará cambiar a los países de la UE, aunque lo que ya está cambiando es la propia imagen de Alemania, definitivamente desprendida de los peores estereotipos y tópicos vinculados a la historia trágica de Europa.
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