Te querré siempre
En la infancia te resultan sublimes cosas y personas que, al cabo de los años, se deshacen en tu memoria
El 23 de marzo de 1971 es una fecha clave de mi vida sentimental. Tenía nueve años. Hacía tiempo que mi padre Alberto me calentaba la cabeza con Ingrid Bergman y, esa noche, me anunció que en la tele echaban Recuerda. Mi padre era un extraño caso de proletario de pueblo que, por puro afán de saber, había acumulado, por su cuenta, una cultura fuera de lo normal. El cine fue una de las muchas adicciones con las que me alegró los días, e Ingrid la primera mujer que quiso compartir conmigo.
Yo ya sabía qué era eso del amor. Cristina Galbó, en Del rosa al amarillo, me había trastornado el año anterior. Con la Ingrid de Recuerda me volvió a pasar y, al verla luego en Encadenados, enloquecí. Pero qué cosa tan bonita. No tuve más remedio que escribirle una carta para confesarle que me quería casar con ella. En el sobre puse “Ingrid Bergman. Hollywood”, la eché al buzón y me quedé tan ancho. Ella no me respondió y yo no he vuelto a pedir matrimonio a nadie.
En la infancia te resultan sublimes cosas y personas que, al cabo de los años, se deshacen en tu memoria y provocan que te rías de lo que fuiste. Pero Ingrid Bergman no me ha defraudado nunca. La otra noche la reví en Encadenados y pensé que no era fácil interpretar a una heroína romántica con más clase y encanto, ni decir mejor esta frase de Ben Hetch, el guionista: “No me interesan los patriotas. Llevan la bandera en una mano y con la otra van vaciando los bolsillos de la gente”. Esas palabras fueron escritas en 1945 pero parecen un tuit de extrema actualidad.
Este sábado 29 de agosto se cumple el centenario de su nacimiento. Murió en 1982, el día de su cumpleaños. Morir el día del cumpleaños es algo bastante raro pero, curiosamente, es lo que le sucedió también a mi padre, quien, mientras la veíamos en Te querré siempre, susurró que eso, quererla siempre, era lo único que él y yo haríamos con Ingrid Bergman.
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