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Un destino ligado al hambre

Nacer en Bihar, donde uno de cada dos niños menores de cinco años está desnutrido, aumenta las probabilidades, de tener carencias para el resto de su vida, si no morir prematuramente

Jhuma Devi, sostiene en su regazo a Gyota, su única hija. Llevan un mes y medio en la MICU, donde tratan a Gyota, que está muy grave.
Jhuma Devi, sostiene en su regazo a Gyota, su única hija. Llevan un mes y medio en la MICU, donde tratan a Gyota, que está muy grave.Irene Núñez Cid.

“Hay personas en el mundo que pasan tanta hambre que Dios sólo puede aparecerse ante ellas en forma de un trozo de pan”. Mahatma Gandhi.

Gyota nació hace tres meses y medio y lleva la mitad de su corta vida ingresada en la MICU, la Unidad de Cuidados Intensivos para Desnutridos que Médicos Sin Fronteras ha puesto en marcha hace poco más de un año en el distrito de Darbhanga, al norte de la India.

Su nombre en hindi significa “luz”, pero está tan débil que no puede ni llorar. Con ella han hecho una excepción. Normalmente el centro atiende a niños a partir de seis meses, pero Gyota estaba muy grave: pesaba menos de dos kilos cuando llegó al centro. La miro y veo que la camiseta que lleva puesta le queda enorme. Jhuma Devi tiene 19 años y es su madre. Viste un sari de color rosa, tiene un pendiente en la nariz y varias pulseras en las muñecas. Se casó con 16 años y Gyota es su primera y única hija.

La niña llevaba días con vómitos y diarrea. Cuando el médico local la vio, y la envió rápidamente al hospital de Darbhanga. Desde allí fueron referidas a la MICU. Está muy delgada, la piel arrugada se le pega a los huesos y su rostro parece el de una anciana.

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Madre e hija ocupan una cama que está cerca de puerta y, desde allí, ven pasar los días y a todas las madres que entran en el centro con sus bebés en brazos esperando un milagro. Los médicos dicen que, al menos, tendrán que permanecer otras dos semanas en el centro. Nadie ha venido a visitarlas.

“Como no tenía leche para darle el pecho y tampoco tenemos una vaca, la compraba en el mercado local. Pero es muy cara. Somos cinco personas las que dependemos del salario de mi marido: mi suegra, mis dos cuñadas, mi hija y yo. Él gana unas 7.000 rupias al mes (menos de 100 euros), así que no puede ponerse enfermo, porque si no puede ir al trabajo no le pagan”, cuenta. “Por eso tampoco ha venido a vernos; trabaja lejos, en Delhi, en una tienda de móviles en la que tiene a seis personas a su cargo”, añade muy orgullosa.

Bihar, el Estado al que pertenece Darbhanga, es uno de los más pobres de la India. El término biharí es muchas veces utilizado como insulto entre los indios. Esta región exporta mano de obra barata a toda la India, y por extensión, a todo el mundo. La mayoría de los trabajos poco cualificados o remunerados los realizan biharíes. Muchos han salido de su hogar dejando atrás a su familia y, desde donde estén, envían dinero.

“Me gustaría tener otros dos hijos más. Si fuera posible un niño, para que nos cuide cuando seamos mayores. Cuando las niñas se casan se marchan de casa a vivir con la familia de su marido, pero los niños se quedan, trabajan y cuidan de sus padres”, me cuenta Jhuma.

En una situación parecida se encuentra Anwori Khatoon. Tiene 32 años y cinco hijos. Su marido trabaja en otro Estado. “Creo que está en Calcuta. No sé muy bien en qué trabaja, pero nos manda dinero todos los meses”. La más pequeña de su prole está en la MICU. Se llama Ajameti y tiene 8 meses. Han llegado hoy acompañadas por el hijo más mayor. “Los otros tres se han quedado al cuidado de mi suegra. Me di cuenta de que el bebé no estaba bien porque tenía tos, problemas para respirar y fiebre”, dice. “Ahora tiene puesto el oxígeno y parece que le ayuda a respirar”.

El nacimiento de Ajameti fue totalmente inesperado. Su madre había decidido que no quería tener más hijos e iba a acudir al servicio de planificación familiar cuando, en una de las visitas de su marido, se quedó embarazada. Ella tenía claro que no quería más hijos, pero su marido sí.

“¿Cómo voy a darles de comer? ¿Has visto que delgadita está mi hija?”, me pregunta.

Es cierto. Amaji no pesa ni cuatro kilos y sus bracitos cuelgan sin fuerza junto a su cuerpo. Con ocho meses, tal como indican las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, debería pesar el doble.

Según datos de la OMS, cada minuto mueren en la India dos niños por causas relacionadas con la desnutrición. Son estadísticas, fríos números. Sin embargo, anoche en la MICU vivimos la terrible experiencia de ver morir a uno de los 750 niños que fallecen cada día de media por desnutrición en este país.

Nacer en Bihar, donde uno de cada dos niños menores de cinco años está desnutrido, une, con muchas probabilidades, tu destino al hambre. Los más afortunados quizás no mueran, pero arrastrarán graves problemas de desarrollo toda su vida: vivirán a medias.

Irene Núñez Cid es colaboradora de Médicos Sin Fronteras que visitó varios proyectos de la ONG en India en mayo de 2015. Este es el primer relato de una serie de tres sobre la desnutrición y el trabajo para combatirla en aquel país.

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