Fuego amigo
Pocas fiestas tan espectaculares como el combate de cohetes tras la Nit d’Albà de Elche, cuyo reverso son sus 54 heridos
Las fiestas se multiplan en toda España. Es verano. Hace calor. La gente veranea. Y hay muchas patronas, patrones, vírgenes o santos que celebrar. La Nit de l’Albà de Elche es una de esas fiestas. Podría rivalizar con cualquiera en vistosidad y espectacularidad. Explotan centenares de palmeras de fuegos artificiales, extendiendo en el cielo las plantas que proliferan por toda la ciudad zapatera. No en vano, su palmeral, con cerca de 200.000 ejemplares, es patrimonio de la Humanidad. Como también lo es (esta vez inmaterial) el Misteri d’Elx, un drama sacro-lírico religioso que recrea la Mort, Assumpció i Coronació de la Mare de Déu. La primera parte de la también llamada La Festa se representó ayer y hoy se escenifica la segunda, siempre en la basílica de Santa María, siempre en valenciano antiguo y un poco de latín. Se remonta a más allá del siglo XV y sólo por escuchar su maravillosa música de motivos medievales, renacentistas y barrocos merece la pena combatir el sofocante calor del interior del templo. Al menos, hasta que el cuerpo aguante.
El de los ilicitanos debe aguantar mucho. Sobre todo el de aquellos (los más) y aquellas que se atreven a participar en una suerte de batalla de cohetes, petardos y fuegos artificiales tras la Nit de l’Albà. Ahora se le denomina Carretillà y es una de esas tradiciones festivas, compartidas por otras poblaciones valencianas, que publican su reverso en las páginas de sucesos. En la celebrada en la noche del jueves al viernes (que muestra la imagen) hubo 54 heridos, cuatro de ellos graves, la gran mayoría por quemaduras.
Y eso que el recinto está acotado y se han intentado rebajar las “connotaciones belicistas”, eliminando la expresión más extendida de “guerra de carretillas” y asumiendo el nombre de Carretillà, también con el objeto de acercar más al público, según explicó esta semana el presidente de la Asociación de Carretilleros y Tradiciones de Elche, Jaime Sánchez. Pero ya se sabe lo que puede pasar si se juega con fuego. Y en Elche se juega, aunque no con la misma finalidad de siglos atrás, cuando las familias ofrendaban a la virgen con un cohete por cada uno de sus hijos.
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