29 fotos
Se vende infancia por 10 euros al mes. ¿Razón? Bangladesh Pese a que la ley prohíbe que los menores de 14 años trabajen y que los que tienen menos de 18 tengan empleos peligrosos, un 11,5% de los críos entre 5 y 17 años van cada día al tajo Hazaribag es otro de los múltiples 'slums' que hay en Dacca (Bangladesh). El alquiler de una casa en este barrio ronda los 2.000 takas bengalíes (en torno a 23 euros). Los niños que trabajan para ayudar a sus padres a pagar los gastos domésticos ganan entre 1.000 y 1.500 takas por jornadas laborales completas en condiciones infrahumanas y sin días de descanso. SOFÍA MORO Nazmul, de 11 años, trabaja desde hace uno en una manufactura de guantes de cuero para uso industrial. Su jornada laboral es de ocho a once de la mañana y de tres a ocho de la tarde. Cobra 1.000 takas (11 euros) al mes. En las horas libres de la comida asiste al colegio para niños trabajadores que la ONG española Educo tiene en su barrio, Hazaribag. "Me gusta estudiar y de mayor quiero ser profesor", dice el niño sin abandonar su tarea. SOFÍA MORO Rubina Akter tiene 15 años y trabaja desde que tenía nueve. Ella es la encargada de cortar con precisión el cuero en forma de mano para la fabricación de guantes. Cobra 3.000 takas (35 euros) al mes por ocho horas diarias. "Tengo experiencia", explica su salario tres veces mayor que el de sus otros compañeros, también niños. SOFÍA MORO Rakib Mridha (a la derecha) tiene 12 años y trabaja desde los nueve en un taller que fabrica suelas de cuero para zapatos. Maneja cuchillas y herramientas punzantes para cortar el material que sujeta con sus pies descalzos. Por eso, se hace cortes en los dedos a menudo. Realiza una jornada laboral completa por 1.500 takas (17,5 euros) y sólo libra media jornada los viernes. En Bangladesh está prohibido por ley que los menores de 14 años trabajen; pero además, esta tarea está vetada a los que tienen entre 15 y 17, pues el procesado del cuero esta incluido en una lista de 38 oficios peligrosos a los que ningún menor de edad puede dedicarse. SOFÍA MORO Rakib Mridha (a la izquierda) posa con sus compañeros de trabajo en la fábrica de suelas de zapatos. "Me gusta estudiar inglés para poder entender a los extranjeros", asegura. Él y Rahat (tercero por la derecha) cursan quinto de primaria en la escuela de Educo en el 'slum' de Hazaribag. SOFÍA MORO Un niño transporta un montón de chanclas ya ensambladas en un taller de confección de calzado en el barrio de Hazaribag. Allí trabaja media docena de niños entre productos químicos y sin descanso. El dueño de la empresa cree que ningún adulto querría hacer ese trabajo por tan poco sueldo: 1.500 takas al mes (17,5 euros). SOFÍA MORO El dueño de la fábrica de chanclas marca 'Raty' preside una asociación que promueve que otros empleadores dejen a sus pequeños obreros acudir a la escuela. "Creo que es bueno para el país que los niños estudien", opina. SOFÍA MORO Colegio para niños trabajadores de Educo en el barrio industrial de Shampur (Dacca). La ONG tiene cinco escuelas especializadas en este tipo de alumnos repartidas en las zonas más pobres de la ciudad. En ellas, los horarios están adaptados a las jornadas laborales y los profesores aplican métodos de enseñanza adecuados a las circunstancias de los pequeños. "A veces nos cuentan sus problemas e intervenimos para ayudarles. Escuchándoles, hablando con los padres e incluso con sus jefes", cuenta Hatsatun Naharz, profesora de esta escuela. SOFÍA MORO Las clases en las escuelas para niños trabajadores combinan el aprendizaje de listas de memoria con dinámicas de grupo en las que los alumnos tienen que interactuar con los contenidos que aprenden. SOFÍA MORO Desde el 2012, las escuelas de Educo para niños trabajadores siguen el curriculo oficial y, gracias a un acuerdo con el Gobierno, sus alumnos se pueden presentar al examen oficial para obtener el título de primaria. "El 100% de nuestros estudiantes aprueba", asegura el responsable de este programa de la ONG en Bangladesh, Abdus Shahid Mahmood. SOFÍA MORO Una de las lecciones que reciben los niños es aprender a redactar su currículo en una hoja de Word en el ordenador. La mayoría de estos estudiantes no tiene radio ni televisión en casa. Tampoco móvil ni conexión a Internet. SOFÍA MORO En la clase de hoy, los alumnos están aprendiendo los planetas. Se tienen que levantar cuando el profesor dice el que tienen escrito en el papel. Como los niños trabajadores empiezan la escuela a una edad avanzada, cursan primero y segundo de primaria en un solo año. SOFÍA MORO Cartel en la escuela de Educo en Hazaribag. Junto a los lavabos, los dibujos explican a los niños cómo tienen que asearse. Inculcar hábitos de higiene personal es importante para evitar enfermedades, pero es una tarea difícil en un entorno en el que los críos están rodeados de suciedad y no disponen de agua y saneamientos adecuados. SOFÍA MORO Estuche de un estudiante de la escuela para niños trabajadores en el mayor barrio de infraviviendas de Dacca, Korail, donde viven 200.000 personas. Una de las actividades que más gusta a los alumnos es pintar. Hacen dibujos en los que plasman sus lugares de trabajo y otros destinados a los donantes de la ONG para agradecerles el apoyo económico para su educación. SOFÍA MORO En el 'slum' de Korail, la ONG española tiene dos escuelas para estudiantes que no trabajan y otra especializada en los que sí lo hacen. Bangladesh es el único país en el que la organización decidió abrir sus propios colegios para impartir educación a niños que, de otro modo, no tendrían oportunidad de estudiar debido a la situación de pobreza extrema de sus familias. SOFÍA MORO Además de impartir clases a niños trabajadores, la ONG ha puesto en marcha un proyecto para enseñar a ahorrar a las madres de estos pequeños y que se unan en cooperativa para trabajar en la mayor industria del país: la textil. En la imagen, el taller que las progenitoras han abierto junto a la escuela de Educo en Korail (Dacca). SOFÍA MORO Colores, canciones, risas... las escuelas de niños trabajadores son un paraíso para estos alumnos que el resto del día realizan arduas labores como recoger basura, arreglar motores de coches o planchar. "Les gusta mucho leer libros de la biblioteca", asegura la profesora Hatsatun Naharz. SOFÍA MORO Preguntados por qué sueñan ser de mayores, la mayoría responde: profesor o ingeniero. Algunos de los profesores y maestras que trabajan para Educo son, de hecho, antiguos alumnos de las escuelas de la ONG. SOFÍA MORO Shopon tiene 11 años y cursa primero de primaria desde enero de 2015. Asiste a clase tres horas al día. Cuando no está en el colegio, busca plástico y cobre entre la basura del vertedero de su barrio, Korail, para venderlo al peso. SOFÍA MORO Shopon (11 años) y Akash (10 años), ambos alumnos de Educo, trabajan rebuscando en la basura del vertedero de Korail. Es habitual, explican, que se corten los pies y las manos con cristales u objetos punzantes. Ambos dicen que quieren ser policías para "proteger a la gente" y "perseguir a los ladrones". SOFÍA MORO Pese a que se trata de una labor peligrosa, en un entorno insalubre y soportando un fuerte olor a podredumbre, el reciclado de basura no está entre los 38 oficios peligrosos a los que ningún menor de edad puede dedicarse en el país. La Bangladesh Shishu Adhikar Forum (BSAF), una coalición de organizaciones contra el trabajo infantil, tiene una campaña para hacer presión al Gobierno y que incluya este trabajo en la lista prohibida. SOFÍA MORO Emon Hawlader tiene 13 años. Vive en el 'slum' de Shampur, en Dacca. Trabaja entre nueve y diez horas diarias reparando motores de vehículos desde hace dos años y medio. A mitad de jornada acude a la escuela. Pero a veces, por el estrés, la carga de trabajo o las agresiones de su jefe, no puede asistir a clase. SOFÍA MORO Hashi Akter tiene 11 años y trabaja como sirvienta en casa de una vecina a la que llama tía desde que la acogió cuando tenía tres años y se quedó huérfana, Hamida Begum, quien dice que la "adoptó", la mantiene a cambio de realizar todas las tareas domésticas. No le paga ningún salaro, pero dice que la apoyará en sus estudios "hasta donde ella quiera". "Incluso la universidad", afirma. . SOFÍA MORO Fahim Shekh tiene 10 años y trabaja de 12.00 a 20.00 ininterrumpidamente en un taller de chatarra, donde maneja radiales y otras máquinas peligrosas. "Aprende un oficio", justifican los padres. Desde hace ocho meses, acude a clase. Esta en el primer curso, pero ya sueña con ser ingeniero. SOFÍA MORO Jasmin es el dueño de una fábrica de cacharros de aluminio desde hace siete años. Fue niño trabajador y cursó la primaria en una de las escuelas de Educo. "No habría sido posible que yo montara un negocio si no hubiera aprendido a hablar correctamente, sumar y restar", asegura. SOFÍA MORO Tuhin y Rakib, de 12 años, trabajan en la fábrica de aluminio de un antiguo alumno de la escuela para niños trabajadores de Educo en el barrio de Shampur, Dacca. Pese a que el jefe se dice concienciado con la importancia de la formación, tiene contratados a niños en su empresa, donde además, ningún empleado dispone de protección para evitar accidentes con las máquinas y las virutas de aluminio que flotan en la estancia. SOFÍA MORO Mohammed Hniday y Anwan, de 16 años. Pese a que a su edad les está permitido trabajar, la labor que realizan les está prohibida al ser de alto riesgo. Abdus Shahid Mahmood, presidente de la Bangladesh Shishu Adhikar Forum (BSAF), una coalición de organizaciones contra el trabajo infantil, cree que las autoridades no toman medidas suficientes para hacer cumplir la ley. SOFÍA MORO Joinul, de 13 años, es empleado por su cuñado Siddik, que también fue niño trabajador y estudió gracias al apoyo de la ONG Educo. En la imagen, un compañero enseña al niño a manejar la peligrosa máquina. "No quiero estudiar", dice el pequeño. SOFÍA MORO De las fábricas de cacharros, de chanclas, de cuero... se ve salir la producción. Los compradores, aseguran los comerciantes, son personas del país, mayoristas que revenderán el producto a empresas más grandes. SOFÍA MORO