El rock no es cosa de mujeres
La representación femenina con verdadera relevancia en el rock está decreciendo. Y la necesitamos
Hace algo menos de dos meses, en el escenario principal del Primavera Sound, una emocionada Patti Smith gritaba a un enfervorecido público, puño en alto y con lágrimas de emoción, “You are free, you are the revolution”. Todos fuimos poseídos, en ese instante, por el más purificado espíritu de los 70, todos mirábamos a la señora Smith como al adalid redentor que podía curar nuestra inerte alma revolucionaria. La madre (abuela) del punk, poetisa, compositora, filósofa, madre, escritora, amante…Y una de las personalidades más influyentes de la historia de la música.
Pero, considerando que la buena de Patti está a punto de ser septuagenaria, invitamos a una reflexión interesante: ¿Estamos faltos de líderes culturales? ¿Cuántos de esos líderes son mujeres? ¿Cuántas de ellas se dedican a la música rock y tienen menos de 40 años? ¿Ha habido, tras el movimiento riot grrrls de los 90, alguna banda o solista femenina con influencia real dentro del género? Bien, adentrémonos cautelosamente en los bosques espesos de algunas de estas cuestiones sabiendo, desde el principio, que solo son reflexiones en alto.
"En cifras aproximadas, menos del 10% del line-up son mujeres"
Empecemos por aclarar que la lista de las mujeres más influyentes en la historia del rock no pasa por más de 4 o 5 verdaderas “top”: Wanda Jackson, Tina Turner, Patti Smith, Janis Joplin o Grace Slick, de Jefferson Airplane, son algunos ejemplos. Pero no engañemos a nadie: el papel de la mujer en el mundo de la música parece haber sido, salvo minoritarias y excelentes excepciones como las anteriores, el de paquetito de regalo bien envuelto y precioso, cálido y sensual. El rock, si alguna vez lo fue, ya no es cosa de chicas. No hay nada más que echar un vistazo a los carteles de los principales festivales veraniegos, tanto de España como del resto de Europa, para entender que el panorama del rock alternativo actual está huérfano de madres jóvenes. En cifras aproximadas, menos del 10% de la cabecera del line-up son mujeres. Y de ese 10%, la cifra de mujeres cuya trayectoria sea inferior a dos décadas es, prácticamente, irrisoria. No hay (o al menos, no conocemos) solista o banda liderada por mujeres que abanderen la primera línea del rock alternativo presente y con un máximo de 10 años de trayectoria.
Pero hagamos ahora el ejercicio contrario. Pensemos ahora en el panorama del pop comercial, el de la música “producto”. La lista de las figuras con más éxito en la actualidad cambia radicalmente. A la cabeza: Beyoncé, Miley Cyrus, Jennifer López, Taylor Swift y un largo etcétera de tías buenas, con más o menos talento, pero muy alejadas del espíritu y el género rock: del sexo rudo, las obsesiones aderezadas con bourbon, los bares de carretera, los pecados capitales y ese walk the line de los tiempos salvajes.
Bueno, quizá hubo una que en los últimos tiempos cumplió alguna que otra premisa y, sin intención de escribir el enésimo homenaje, se nos viene a la cabeza la silueta de ese exquisito y frágil cóctel mortal que fue Amy Winehouse. Una rara avis que consiguió el éxito comercial, con un género casi hecho a la medida que mezclaba soul con R&B en dosis perfectas y capaz de conseguir el fraseo interpretativo de las más grandes figuras negras del soul-jazz femenino, sin olvidarnos de esa anacrónica estética rockabilly pin-up de los 50. Fue meticulosa compositora de la mayor parte de unos temas que hablaban de una biografía de autodestrucción, adicciones, suciedad, despecho y almas solitarias.
Ese alma solitaria que se rompió por dejarse caer, siguiendo el rastro de cristales de sus predecesores: Otis Redding, Marvin Gaye, Sam Cooke, Etta James y sus trágicas historias. Porque el soul, como el rock and roll y otras variantes, tuvo su saco de juguetes añicos, únicos, singulares. Porque la música, como todo arte, es catarsis y devastación, Eros y Tánatos, despedidas y nuevos cimientos. Es destrucción para volver nacer del polvo. Y necesitamos mujeres que alumbren.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.