DSK agita la política francesa con solo seis tuits

Con dinero y buenos abogados, valga la redundancia, se ha librado de condenas por abusos sexuales y proxenetismo. Su prestigio ya quedó destruido aquella mañana primaveral de 2011 en la que, en la suite 2806 del hotel Sofitel de Nueva York, dilapidó en minutos todas las opciones, y eran todas, de conquistar El Elíseo. El entonces jefe del FMI estaba acabado. Pero no. Dominique Strauss Kahn (DSK) ha vuelto. ¿Por qué? ¿Para qué? Los franceses no encuentran respuestas convincentes a la vez que se muestran dispuestos a acogerlo de nuevo en sociedad. Difícil de creer, pero ahí están los datos.

Dominique Strauss-Khan, de 66 años, ha elegido Twitter para comunicar su regreso. Se estrenó el 21 de junio con un subliminal mensaje: “Jack is back”. ¿Quién es Jack? Unos medios han apuntado a personajes de series televisivas a las que DSK es aficionado. Son siempre personajes que superan todo tipo de dificultades y regresan victoriosos, a veces con sed de venganza. Otros recuerdan que es el nombre de un bar-restaurante de Marrakech, donde el exministro tiene una mansión. Y algunos bromistas tuiteros sostienen que ese Jack es el destripador.

Jack-DSK, ahora también @dstrausskhan, ha enviado solo media docena de tuits y ya tiene más de 60.000 seguidores. Más recatado, al menos en este terreno, él solo sigue a una docena, entre ellos los premios Nobel Paul Krugman y Joseph S. Stiglitz o el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Sus mensajes-comunicados más sonados han sido para reconocer errores del FMI en la crisis griega y apuntar recetas frente al diktat alemán.

¿Quiere volver DSK a la política? La empresa de sondeos Vivavoice y el diario Libération lo sospechan. Por eso lo han incluido en una encuesta para conocer qué candidato de izquierdas prefieren los franceses para presidir la República. Y Jack es el predilecto para el 37%, solo superado por el primer ministro, Manuel Valls (47%). Un consuelo: el entorno del otrora todopoderoso DSK dice que no, que no volverá a la política. Que solo quiere influir. O sea, mandar, valga la redundancia.