¿Culo o cara?
Todas quieren estar flacas y tener un buen rostro, qué listas. Pero los 16 años pasan rápido
Mi madre y sus amigas tienen un dicho, una especie de coplilla que se repiten unas a otras cuando se ven cada tanto: el célebre culo o cara. “Ya se sabe, una es de culo o de cara. Y yo soy de... (rellenar con la respuesta ¿correcta?)”. Es bien fácil. Cuando uno se chulea bien contento porque logra estar delgado (aka no tiene culo, es decir, culo BIEN, que son las amigas de mi madre y no de la Kardashian), la cara se estropea (aka cara MAL). Y cuando está uno más rellenito, pues qué faena de culamen pero mira que cara más lustrosa.
Mi madre y cía, que empiezan a rozar la sesentena, andan a vueltas con el culo o cara (pero que a los 20-30-40, aunque quizá no en esos términos, también les/nos pasa). Todas quieren estar flacas y tener buena cara, qué listas. Pero es que los 16 años se pasan muy rápido, y luego una combinación correcta de dos elementos tan complejos es un puro oxímoron. Quizá de ahí que Meg Ryan, que cumple los 54 este año, no tenga claro si quiere culo o cara. Ella el primero lo tiene flaco, y la segunda debe ser que también. Nunca lo sabremos. Ha decidido darse chutes (de maquillaje, de bisturí, de toxina botulínica tipo A) para esconderlo, al mundo y a los directores de cásting, se ve. Primero la escondida fue ella, que desde hace seis años no tenía una peli en el cine, pero ahora que va a estrenar ha decidido empezar a mostrar su no cara. Sus no ojos, esas nuevas rajitas diminutas. Sus no mofletes, donde había jugosidad rosa ahora solo hay pómulo. Y lo peor, lo peor de todo, su no sonrisa. No queda nada. Solo una boca vacía que parece dolerle al estirarla. Una sonrisa de llorar.
Tengo que enseñarles las fotos a mi madre y sus amigas. Van a ponerse sus gafas antiestirabrazos y luego van a fruncir el ceño, lo sé. Pero obviaré lo de que Meg es de su quinta. Que se caen de culo, y no lo tienen demasiado gordo.
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