_
_
_
_
_
PORQUE LO DIGO YO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Culo o cara?

Todas quieren estar flacas y tener un buen rostro, qué listas. Pero los 16 años pasan rápido

María Porcel
La actriz Meg Ryan en una de sus apariciones esta semana en la alta costura de París.
La actriz Meg Ryan en una de sus apariciones esta semana en la alta costura de París.GTRES

Mi madre y sus amigas tienen un dicho, una especie de coplilla que se repiten unas a otras cuando se ven cada tanto: el célebre culo o cara. “Ya se sabe, una es de culo o de cara. Y yo soy de... (rellenar con la respuesta ¿correcta?)”. Es bien fácil. Cuando uno se chulea bien contento porque logra estar delgado (aka no tiene culo, es decir, culo BIEN, que son las amigas de mi madre y no de la Kardashian), la cara se estropea (aka cara MAL). Y cuando está uno más rellenito, pues qué faena de culamen pero mira que cara más lustrosa.

Mi madre y cía, que empiezan a rozar la sesentena, andan a vueltas con el culo o cara (pero que a los 20-30-40, aunque quizá no en esos términos, también les/nos pasa). Todas quieren estar flacas y tener buena cara, qué listas. Pero es que los 16 años se pasan muy rápido, y luego una combinación correcta de dos elementos tan complejos es un puro oxímoron. Quizá de ahí que Meg Ryan, que cumple los 54 este año, no tenga claro si quiere culo o cara. Ella el primero lo tiene flaco, y la segunda debe ser que también. Nunca lo sabremos. Ha decidido darse chutes (de maquillaje, de bisturí, de toxina botulínica tipo A) para esconderlo, al mundo y a los directores de cásting, se ve. Primero la escondida fue ella, que desde hace seis años no tenía una peli en el cine, pero ahora que va a estrenar ha decidido empezar a mostrar su no cara. Sus no ojos, esas nuevas rajitas diminutas. Sus no mofletes, donde había jugosidad rosa ahora solo hay pómulo. Y lo peor, lo peor de todo, su no sonrisa. No queda nada. Solo una boca vacía que parece dolerle al estirarla. Una sonrisa de llorar.

Tengo que enseñarles las fotos a mi madre y sus amigas. Van a ponerse sus gafas antiestirabrazos y luego van a fruncir el ceño, lo sé. Pero obviaré lo de que Meg es de su quinta. Que se caen de culo, y no lo tienen demasiado gordo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_