_
_
_
_
Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

Ciudades inteligentes… ¿para ciudadanos idiotas?

Vistas de los jardines de la Bahia desde el edificio Marina Bay, Singapur. Fotografía: @Pgarciaserna / Towards the Human City

Smart está de moda. Sobretodo tratándose de ciudades. El concepto smart city está arrasando en los nuevos modelos de desarrollo y planificación urbana. El modelo apuesta por ciudades conectadas. Todo tiende a la conectividad: el coche, la pared, las ventanas y puertas, los semáforos, las señales de los cruces. Todo objeto pasa a ser un portador potencial de dispositivo tecnológico que registra los movimientos de ciudadanos a través de sensores, centralizando la información en grandes bases de megadatos, en principio para mejorar la cotidianidad de los ciudadanos.

Si el móvil es el catalizador por excelencia para desenvolverse en las ciudades inteligentes, los alcaldes han sido el blanco perfecto en el punto de mira de los iniciadores de este nuevo mundo de hiperconectividad urbana. Alimentando y beneficiándose de toda la maquinaria, están las empresas de los sectores clave de provisión de servicios urbanos. Empresas de los sectores de energía, agua, transporte, telecomunicaciones, infraestructuras y tecnología, que nutren de dispositivos, medidores, sensores, cámaras y sistemas de control los objetos en el mundo físico para recoger y gestionar la megadata en función de intereses específicos.

Los efectos positivos son incuestionables: recibir alertas cuando el nivel de polución del aire en una calle sobrepasa los límites aceptados, controlar la iluminación de zonas de la ciudad en función de la movilidad de la gente, establecer captores en los contenedores de basura que activen una alarma cuando estén llenos, o poder identificar plazas de aparcamiento antes de salir de la casa, son sólo algunas de las muchas ventajas que tiene aplicar tecnología y gestión de megadatos a mejorar la interacción de ciudadanos con su ciudad.

Hasta la fecha, estos sistemas en su mayoría se han instalado de forma independiente el uno del otro sirviendo una función específica en su área de servicio. Aunque actualmente, la apuesta es desarrollar y desplegar plataformas de ciudades inteligentes en la que todos los sistemas dispares converjan entre sí, comunicándose entre ellos y compartiendo información.

Se plantean ciudades con centros de monitoreo formados por sistemas que ofrecen un nivel sin precedentes de vigilancia y control de espacios públicos, con la capacidad de almacenar una enorme cantidad de datos sobre ciudadanos individuales. Empiezan a proliferar proyectos piloto en varias ciudades tan dispares como Rio de Janeiro, Bangalore, Singapur, Portland, Catar o Bandung, por mencionar sólo algunos.

Abanderando el movimiento y compitiendo por el liderazgo en la creación de ciudades inteligentes, están India y China. Si el primer ministro indio, Narendra Modi, promete construir 100 nuevas ciudades inteligentes en los próximos 20 años, el Ministerio Chino de Ciencia y Tecnología organiza diversas plataformas, como la Alianza Estratégica para Tecnología Industrial de Innovación hacia las Smart Cities, creando fondos de inversión de más 8 mil millones de dólares para la investigación de modelos de ciudad inteligente.

________________________________________________________________________________________

“Si la información se ha convertido en el oro del Siglo XXI, las ciudades son las grandes minas donde se genera y almacena el material”.

________________________________________________________________________________________

Como era de esperar, la suspicacia generada sobre la vigilancia y la privacidad de los individuos se ha convertido en una bomba de relojería. Nos hemos acostumbrado a ciudades donde cada individuo está armado con una cámara de vídeo en su móvil y conectado a algún tipo de Facebook. Por ende, podemos asumir que la privacidad y el derecho al anonimato se está convertido en un lujo casi obsoleto. A pesar de ello, el modelo de conectividad propuesto por este nuevo tipo de ciudad traslada el control y el debate sobre el derecho a la intimidad ciudadana a dimensiones inimaginables.

Peatones cruzando una de las principales calles de Hong Kong. Fotografía: @Pgarciaserna / Towards the Human City

Priorizar intereses estratégicos específicos a vías alternativas de desarrollo urbano más participativas, convertir espacios públicos en plataformas comerciales personalizadas a los hábitos de sus vecinos, o subestimar los efectos negativos que puede ocasionar el destino y uso de la información registrada, son sólo algunos de los riesgos que puede conllevar tal proceso.

Aunque quizás el mayor riesgo es la interpretación que se puede dar a la información: si con los megadatos los alcaldes predicen el comportamiento de la mayoría, podrían adoptar decisiones de gasto público en acorde a su interpretación, obviando los procesos de participación.

Existe una dicotomía entre la inteligencia urbana acumulada durante siglos y ese mundo visual de ciudades inteligentes formada por emoticonos sonrientes repleta de dispositivos tecnológicos. Uno está basado en el consenso y en la experiencia comunitaria acumulada; el otro, en modelos de dispositivos tecnológicos que almacenan información para tomar decisiones en función de la agregación de tendencias de comportamiento.

Entre medio de estos dos mundos está el individuo. Con toda su complejidad y creatividad. Y en torno al individuo la ciudad que lo nutre, que se presenta como plataforma que alimenta o destruye la cultura humana, el ingenio, la innovación y la creatividad. Al final, una ciudad puede potenciar el tipo de individuo que desea formar: ciudadanos en formato de pixels en movimiento comportándose según predicciones cuantitativas o ciudadanos impredecibles con criterio exigiendo derechos fundamentales.

_________________________________________________________________________________________

“No hay que olvidar que las ciudades ya eran inteligentes. La inteligencia siempre estuvo en la comunidad”.

_________________________________________________________________________________________

El tema esencial, del que no se habla lo suficiente, es quien almacena la información y quien tiene derecho a tener acceso y utilizarla. Si la información se ha convertido en el oro del Siglo XXI, las ciudades son las grandes minas donde se genera y almacena el material. Para que las ciudades inteligentes no generen ciudadanos idiotas, es preciso que ese oro moderno sea accesible a todos. No sólo por coherencia y justicia económica: si son los ciudadanos quienes lo financian con sus impuestos deberían tener derecho a su acceso. También para potenciar las oportunidades que se generan para todos. La democratización de la tecnología y el acceso a datos, bien gestionados, puede ser una fuente ilimitada para la innovación social y la participación ciudadana activa en el diseño y gestión de las ciudades.

Pero para ello, el eje central de las ciudades inteligentes debería ser el ciudadano. La tecnología es relevante en función y sólo en función de cómo sirve a los intereses de la ciudadanía y cómo potencia la interacción entre ciudadanos y las asociaciones que ellos crean. Las instituciones públicas inteligentes del futuro serán las que se apliquen en escuchar y entender qué quieren los activistas locales, los innovadores sociales, los emprendedores y sus comunidades y actúen de catalizadores empoderándoles y creando estructuras para que puedan desarrollarse.

No hay que olvidar que las ciudades ya eran inteligentes. La inteligencia siempre estuvo en la comunidad, que en definitiva fue la que creó los dispositivos tecnológicos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_