Matar a un turista
Jeff J. Mitchell (Getty Images)
Esta foto es desgarradora.Estamos ya por desgracia más que acostumbrados a fotos desgarradoras de atentados, al luto en blanco y negro de familiares rotos por el dolor, a caras forzadas por el llanto de personas que han perdido a sus seres queridos por el irraciocinio de vete tú a saber qué salvapatrias que considera que el fin sí justifica los medios. Pero el llanto de esta mujer bronceada y en bikini, en la soleada gracilidad de un entorno más de folleto turístico que de conflicto armado, me produce un plus de dolor extraño por lo fuera de contexto de la composición. Todos somos turistas. Cualquiera podía haber estado en esa hamaca.
Los asesinos del ISIL o del DAESH –como quiera que se llamen- serán fanáticos que tratan de imponer una nueva Edad Media, pero saben cómo usar las herramientas del siglo XXI. El turismo es uno de los grandes motores económicos de la humanidad. Pero a diferencia de otros sectores estratégicos, es tremendamente volátil y fácil de atacar. Acabar con la industria del automóvil, con la del textil o con el sistema agrícola de un país llevaría lustros. Basta un par de descerebrados fanáticos armados con un Kaláshnikov de segunda mano para acabar en una semana con la industria turística de una nación. Nada hay más fácil y rentable que matar a un turista.
Túnez era, incluso al final de la era de Bourguiba, el país más abierto y tolerante de la zona. Hasta hoy es además el único que ha logrado hacer una transición poco cruenta y efectiva hacia la democracia. Algo que esos descerebrados del medievo no pueden tolerar; sería un mal ejemplo. Y saben dónde cortar la incipiente esperanza. Túnez recibía en sus buenos tiempos 7 millones de turistas, que generaban –si contamos sectores auxiliares- casi el 15% del PIB nacional. Con el atentado de ayer –más el del museo del Bardo del 18 de marzo- a Túnez le han caído muchos años de atraso económico y de pobreza. Y ya se sabe que una población pobre e inculta es más fácil de manejar por cualquier integrista religioso.
Tengo conocidos que tras el atentado del viernes han suspendido sus vacaciones previstas en países musulmanes. Creo que es lo peor que podemos hacer. Eso sí que es hacerle el juego a los tarados del califato, darles la razón para seguir su guerra santa.
Desde luego no recomendaría ir ahora mismo ni a Túnez ni a Egipto, pero no debemos confundir a esos asesinos con el islam. Esto no es el choque de civilizaciones que predijo Huntington. Aunque sigo convencido de que viviríamos mucho mejor en un mundo sin Dios, vistas las tropelías que en su nombre se han cometido y se siguen cometiendo, no quiero entrar aquí en ese debate. Se lo dejo a mi colega Manuel Jabois, que lo hace mucho mejor que yo.
Lo que sí sé es que –por encima de imanes y profetas incendiarios y más allá de la religión- hay mucha buena gente en países islámicos que genera respeto y seguridad para el turismo. Y que viven de él.
A la hora de decidir tu destino de vacaciones piénsalo antes de meter a todos los musulmanes en el mismo saco. No le hagamos el juego a esos asesinos.
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