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porque lo digo yo
Columna
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Estrellas

Cuando las estrellas de una galaxia lejana desaparecen, surgen otras en la más cercana de la política para compensar

Laura Antonelli, en un fotograma de 'Sesso e volentieri', de Dino Risi (1982).
Laura Antonelli, en un fotograma de 'Sesso e volentieri', de Dino Risi (1982).CORDON PRESS

Cada día nacen y mueren estrellas en galaxias muy lejanas entre sí. La pasada semana se extinguieron dos del universo del cine: la bella Laura Antonelli y Marujita Díaz. Marujita ¿Who?, deben preguntarse los lectores más millennials. Díaz, Marujita Díaz. Como Bond, James Bond, pero ni en Londres, ni al servicio de Su Graciosa Majestad.

Marujita fue una gran estrella de la España en blanco y negro. Laura, una italiana hermosa en el más amplio sentido de la palabra, de las que los quirófanos todavía no pueden conseguir. Obviemos la última etapa de ambas. Con el estatus de estrella no dan el manual de instrucciones para pasar del estado de supernova al más modesto de enana marrón.

Marujita y Laura pueden sonar tan antiguas como el sánscrito en 2015, pero fueron la Paula Echevarría y la Irina Shayk (qué digo, ¡mucho más!) del siglo pasado, como señalaron los pocos medios que se hicieron eco de su adiós.

El ocaso de las estrellas siempre deja un regusto amargo, como aprendimos de Norma Desmond en El crepúsculo de los Dioses. Sin embargo, su nacimiento se celebra con flashes, besos al aire y champagne.

¡Ha nacido una estrella en otra galaxia! Y no es Judy Garland, ni siquiera Barbra Streisand; tampoco es Hollywood. Es Cristina Cifuentes, y la Comunidad de Madrid. Cifuentes. Llega, con un expediente impecable y el interesante efecto Bono-Gallardón: amigos entre las filas enemigas y enemigos en las amigas. Un buen capital de energía para arrancar.

Cuando las estrellas de una galaxia lejana desaparecen, surgen otras en la más cercana de la política para compensar.

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