Como en casi cualquier otro asunto relevante para el bienestar de los niños, la perspectiva de los adultos sobre la pobreza y la desigualdad infantil ofrece una visión parcial de los hechos. Mientras nosotros nos empeñamos en medir su felicidad en términos del ingreso de sus padres o el consumo semanal de proteínas, la frustración, la ansiedad y el miedo que se derivan de las desigualdades económicas y sociales pueden tener efectos devastadores mucho más allá de estos límites.
El acoso escolar es un ejemplo poco conocido y profundamente inquietante de esta realidad.
Lo que hoy sabemos es que el origen de este fenómeno escapa al ámbito privado de los hogares y las escuelas. De acuerdo con un ambiciosos estudio-publicado en 2013 pero que adquiere hoy plena actualidad-, la magnitud del acoso escolar podría estar relacionado con la desigualdad de ingreso y es en parte atribuible al clima de violencia que lastra las sociedades más polarizadas.
Esta investigación colectiva está basada en una muestra de 595.000 encuestas realizadas durante 12 años a adolescentes de 11,13 y 15 años en 37 países de Europa y Norte América. La envergadura de este esfuerzo está a la altura de un problema que afecta como media a 12 de cada 100 chavales (ya sea como víctimas, acosadores o una mezcla de ambas), de acuerdo con un trabajo previo de algunos de los mismos autores, y que en países como EEUU podría llegar cerca del 25%.
En base a nuevos datos, la investigación permite confirmar la relación entre las diferencias nacionales en equidad de ingreso y el número de adolescentes involucrados en episodios de acoso escolar. Aquellos países con peores indicadores de desigualdad mostraron porcentajes de bullying dos veces más altos que aquellos en los que la desigualdad es baja, como los países nórdicos. Los resultados son trasladables a lo largo de las diferentes franjas de edad y tipos de víctimas de acoso.
En demasiados países desarrollados el acoso escolar ha alcanzado la proporción de una emergencia de salud pública que castiga en primer lugar a quienes la sufren de forma directa y contamina después al contexto del individuo. Las cifras de acoso ofrecen un orden de magnitud sobre el modo en quelos efectos de este problema en el desarrollo físico y emocional, el comportamiento académico y los logros profesionales de tantos individuos podrían tener efectos tangibles en el conjunto de la sociedad. El hecho de que las diferencias de ingreso puedan jugar un papel relevante en este cáncer es otra razón más para entender mejor los efectos de la desigualdad creciente en el bienestar de los niños y actuar de forma decidida para atajarlos.
Comentarios
Recordamos nuestra infancia en aquellas escuelas de hace cincuenta años o más, para comparar las diferencias con el mundo actual, porque en aquel entonces estos casos de acoso escolar eran cosas muy raras.Para empezar diré que la mayoría de los críos y crías éramos gente muy igual, o sea éramos de una pobreza tan estandarizada que no nos dábamos cuenta.Por lo que nuestros padres que si sabían las diferencias nos obligaban a ser y parecer buenas personas para no sufrir los castigos del maestro y crearnos mala fama.En aquel entonces cuando un escolar se descarriaba el maestro tenía la potestad de zurrar la badana con una vara o con la regla de la pizarra.Pues la única voz cantante en el aula era la del profesor o profesora, que ejercía de autoridad total entre los alumnos y los padres.Otro punto que se quedó en la memoria eran las batas que nos uniformaban a todo el mundo por igual.Aunque debajo cada cual llevara una ropilla diferente, en clase todo el mundo lucía el mismo aspecto.Limando las diferencias entre los alumnos que crean las rencillas y las prepotencias.Siendo las notas, los suspensos y los aprobados los verdaderos galones de los críos y los bastones de mando entre los escolares.Muy diferentes los dos mundos del hoy y del ayer.Impuesta la disciplina desde el respeto a la vara, y desde la necesidad de no defraudar a los padres que en la mayoría de los casos se las veían magras para poder salir adelante.Estando los niños y las niñas entre dos fuegos cruzados que le empujaban a caminar derechos.La necesidad vista en casa sin sonrojos y la disciplina que despedían las miradas de los ojos de los maestros de escuela, en aquellos años de posguerra.
Recordamos nuestra infancia en aquellas escuelas de hace cincuenta años o más, para comparar las diferencias con el mundo actual, porque en aquel entonces estos casos de acoso escolar eran cosas muy raras.Para empezar diré que la mayoría de los críos y crías éramos gente muy igual, o sea éramos de una pobreza tan estandarizada que no nos dábamos cuenta.Por lo que nuestros padres que si sabían las diferencias nos obligaban a ser y parecer buenas personas para no sufrir los castigos del maestro y crearnos mala fama.En aquel entonces cuando un escolar se descarriaba el maestro tenía la potestad de zurrar la badana con una vara o con la regla de la pizarra.Pues la única voz cantante en el aula era la del profesor o profesora, que ejercía de autoridad total entre los alumnos y los padres.Otro punto que se quedó en la memoria eran las batas que nos uniformaban a todo el mundo por igual.Aunque debajo cada cual llevara una ropilla diferente, en clase todo el mundo lucía el mismo aspecto.Limando las diferencias entre los alumnos que crean las rencillas y las prepotencias.Siendo las notas, los suspensos y los aprobados los verdaderos galones de los críos y los bastones de mando entre los escolares.Muy diferentes los dos mundos del hoy y del ayer.Impuesta la disciplina desde el respeto a la vara, y desde la necesidad de no defraudar a los padres que en la mayoría de los casos se las veían magras para poder salir adelante.Estando los niños y las niñas entre dos fuegos cruzados que le empujaban a caminar derechos.La necesidad vista en casa sin sonrojos y la disciplina que despedían las miradas de los ojos de los maestros de escuela, en aquellos años de posguerra.
Recordamos nuestra infancia en aquellas escuelas de hace cincuenta años o más, para comparar las diferencias con el mundo actual, porque en aquel entonces estos casos de acoso escolar eran cosas muy raras.Para empezar diré que la mayoría de los críos y crías éramos gente muy igual, o sea éramos de una pobreza tan estandarizada que no nos dábamos cuenta.Por lo que nuestros padres que si sabían las diferencias nos obligaban a ser y parecer buenas personas para no sufrir los castigos del maestro y crearnos mala fama.En aquel entonces cuando un escolar se descarriaba el maestro tenía la potestad de zurrar la badana con una vara o con la regla de la pizarra.Pues la única voz cantante en el aula era la del profesor o profesora, que ejercía de autoridad total entre los alumnos y los padres.Otro punto que se quedó en la memoria eran las batas que nos uniformaban a todo el mundo por igual.Aunque debajo cada cual llevara una ropilla diferente, en clase todo el mundo lucía el mismo aspecto.Limando las diferencias entre los alumnos que crean las rencillas y las prepotencias.Siendo las notas, los suspensos y los aprobados los verdaderos galones de los críos y los bastones de mando entre los escolares.Muy diferentes los dos mundos del hoy y del ayer.Impuesta la disciplina desde el respeto a la vara, y desde la necesidad de no defraudar a los padres que en la mayoría de los casos se las veían magras para poder salir adelante.Estando los niños y las niñas entre dos fuegos cruzados que le empujaban a caminar derechos.La necesidad vista en casa sin sonrojos y la disciplina que despedían las miradas de los ojos de los maestros de escuela, en aquellos años de posguerra.
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