Anoche tuve una encuesta
Los sueños están en crisis. Se se sueña con encontrar aparcamiento al llegar a casa y que le den plaza a tu hijo en el instituto
Por más que pasan hojas del calendario, la retórica política sigue bebiendo de fuentes inmortales. No es raro que las citas textuales sean compartidas por líderes de muy distinto signo ideológico. Citas como sombreros. Podría obligarse a una norma de comportamiento, en la que si citas a un político tengas que cumplir con el programa completo que predicaba.
Es más, por ejemplo si citas a Groucho Marx sería obligatorio ponerse frac, pintarse el bigote y abrazar el anarquismo erotómano. Pero sale barato citar. Entre las más recurrentes persiste aquél “anoche tuve un sueño”. Hay algo de manido en el manejo de la cita y no nos extrañemos de que pronto tengamos que oír cosas como “anoche tuve un sueño, subir el IVA” o “anoche tuve un sueño, aprobar las devoluciones en caliente”.
Los sueños están en crisis. Ya nadie sueña con viajes interespaciales ni encuentros eróticos inalcanzables, sino que se sueña con encontrar aparcamiento al llegar a casa y que le den plaza a tu hijo en el instituto.
La previsión estadística ha llegado a límites desasosegantes. Cuando te anuncian que el curso que viene crecerás al 4% ya sabes que lo que pretenden es que celebres tu licenciatura cuando estás en segundo de carrera. El triunfo de las encuestas no es tanto que acierten, sino que condicionen el discurso. Pongamos por ejemplo al citadísimo Martin Luther King. Si hubiera adoptado la tendencia que marcaban las encuestas, no se habría alzado como representante de una minoría maltratada. Ha sido siempre el empeño a contracorriente lo que ha cambiado el mundo. Por tanto las encuestas deberían provocar un efecto contrario al que están causando en la actualidad. Hoy, las encuestas cambian la política en lugar de que la política cambie las encuestas.
Pasa un poco con las listas de ventas o de audiencia. A los programas más vistos se les concede el privilegio periodístico de exhibir su poderío, que conste su mayoría absoluta. Pero detrás de esa costumbre hay una coerción. Te tiene que gustar lo que gusta masivamente. Y así el criterio tiene que someterse al gusto estadístico. Por todo ello, sería mucho más decente que la próxima vez que alguien anuncie sus postulados políticos arranque no tanto con la bella imagen de que anoche tuvo un sueño, sino con la sincera confesión de que anoche tuvo una encuesta.
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