_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Del insulto a la coalición

La vieja política del cálculo partidista a corto plazo parece aquejar ya por igual a clásicos y emergentes

Xavier Vidal-Folch

En Europa, la regla es la coalición. Sólo 3 de los 28 tienen Gobiernos de mayoría absoluta (Reino Unido, España y Malta). Los 25 restantes cristalizan alianzas de dos o más partidos. Aunque uno oscila: Francia, donde los verdes entran y salen sin que nadie se percate. El de Italia parece monopartido, por el ímpetu de Matteo Renzi, pero es una coalición tripartita.

En España no ha habido gobiernos centrales de coalición desde 1978. Pero sí en el nivel autonómico (¡y en el local!), en Andalucía, en Baleares y en otras comunidades. El más notorio y polémico, el tripartito de izquierdas (PSC, Esquerra, Iniciativa) que arrancó a Cataluña del sempiterno cerrojo pujolista. Vale la pena ahora evaluar aquella experiencia.

Le propinaron descalificaciones por ser una “coalición de perdedores” como si ganar en democracia parlamentaria no consistiese en disponer de mayoría suficiente, ya propia, ya a través de un pacto para alcanzarla: ambas vías son legítimas. Esos insultos regurgitan hoy. En Badalona, el gana-perdedor Javier García Albiol (PP, sector ultra) acusa en un texto soez a los”cuatro partidos que han perdido estrepitosamente” porque “asaltan la alcaldía”.

El tripartito catalán (2003-2010) realizó una ingente obra de gobierno. Pero cosechó un rotundo fracaso político por su volátil bisoñez (síndrome Dragon Kahn); por la carencia de un plan detallado (no lo era el del Tinell, comparado con las 180 páginas del programa del actual Gobierno alemán democristiano/socialdemócrata); porque lució como una coyunda de tres partidos en vez de una mayonesa homógenea de varios componentes; y por su cacofonía, al carecer de discurso unificado.

La sombra de las inminentes legislativas dejará alumbrar más pactos de investidura que verdaderas coaliciones. La vieja política del cálculo partidista a cortoplazo parece aquejar ya por igual, ay, a clásicos y emergentes. Vieja, porque las coaliciones, bien trabadas (sean a derecha o a izquierda), dan más estabilidad y evitan las flaquezas y errores (por control mutuo) que provocan el retorno del rival. Y a veces los pequeños devienen grandes. Willy Brandt fue vicecanciller en la grossen koalition de 1966. En 1969 ganó y se convirtió en canciller. Estamos en Europa. Pero aún no nos comportamos como europeos más que en los entreactos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_