Una clase de cocina en Blue Elephant
A lo largo de una semana habíamos visitado algunos de los restaurantes más destacados de la ciudad, varios mercados flotantes y centenares de puestos de comida callejera. La cocina tai, tradicional o evolucionada, me había vuelto a enganchar por completo. No me extraña que despierte tanto entusiasmo en nuestro país entre cocineros como David Muñoz (Diverxo), Ricard Camarena (Ricard Camarena), Estanis Carenzo (Sudestada) y Eneko Atxa (Azurmendi ), que asesora el restaurante de un hotel (Aiziamendi) en el turístico Phuket.
Primero visitamos con nuestro profesor tres pequeños mercados, esos lugares medio cutres que se suelen ocultar en los bajos de los lujosos rascacielos de la urbe. Tomm nos paseaba por los puestos mientras hablaba de las salsas de pescado fermentadas tailandesas (nam pla), de las especias, las frutas y los tubérculos, así como de las hierbas aromáticas.
Ya en clase nuestro profesor iba elaborando los platos y los alumnos replicábamos las recetas en una sala contigua. Primero la versión tailandesa de las samosas (Sam Liem Thong Kham), cuya mayor dificultad, aparte del relleno, es saberlas doblar de forma correcta como muestra estevídeo Siguió un curry verde de pollo (Kaeng Keaw Waan Kai) para el que majó en el mortero catorce ingredientes antes de obtener una base bastante más fragante que las pastas preparadas industriales. Luego llegaría el turno de una sopa de pescado (tilapia), de caldo agrio y especiado (Tom Klong Plaa Phong), y finalmente el famoso Phad Tai, plato nacional con tallarines de arroz, gambas, huevo y albahaca. Como los ingredientes estaban medidos, a los alumnos nos bastaba con seguir el guion para lograr resultados aceptables.
Mientras íbamos cocinando yo ratificaba mis impresiones. En la cocina tai todas las combinaciones inundan el paladar con sensaciones dulces, picantes, ácidas, amargas y saladas. Sin embargo, las recetas, que son sencillas y se elaboran con cierta rapidez, no contienen sal sino la típica salsa de pescado fermentada nam pla que posee mucho umami y reemplaza a la soja, habitual en Japón y China. Me refiero a salsas pungentes y de fondo algo pútrido que han de dosificarse con equilibrio para que no perjudiquen el plato, lo mismo que sucede en otras cocinas del sudeste asiático. Por el contrario, todas las recetas contienen pellizcos de azúcar, generalmente de palma.
En lo relativo al picante he vuelto a corroborar que mi tolerancia no pasa de un nivel medio. De uno a cuatro elefantes, baremo gráfico que emplean en Blue Elephant para medir su intensidad, yo alcanzó hasta el segundo elefante. A partir de ese punto paso del placer al dolor y pierdo sensibilidad para apreciar la comida. No está de más recordar que los nombres que en Tailandia dan a algunas de sus guindillas (red serrano chile y green serrano chile) recuerdan el origen mexicano de parte de estas plantas, país del que llegaron hace siglos.
En el mortero, utensilio básico, se trabajan los arranques de ciertas recetas, como sucede con los curries, al contrario que en las cocinas de nuestro país (picada en Cataluña, majado en Andalucía) donde los aliños de mortero rematan algunos guisos.
Esta entrada pretende ser un homenaje a una de las cocinas más sugerentes del sudeste asiático, cuyos conceptos y principios, desde mi punto de vista, van continuar influyendo en occidente de forma muy positiva en años venideros. Sígueme en Twitter en@JCCapel
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