Expansión alemana
Los superávit corriente y fiscal permitirían políticas menos restrictivas que, además, ayudarían a asentar la recuperación europea
La economía alemana ha transitado por la crisis sin sufrir los daños del promedio de las economías con las que comparte moneda. Aunque sus tasas de crecimiento hayan acusado la contracción de la mayoría de sus socios de la eurozona, la competitividad de sus exportaciones le ha permitido avanzar en la diversificación internacional de sus ventas. A ello contribuye la depreciación del tipo de cambio del euro frente a las principales monedas, consecuente con la adopción de una política monetaria excepcionalmente expansiva por el BCE. Alemania ofrece el mayor superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos (7,9% del PIB previsto para 2015), muy por encima de la recomendación de la Comisión Europea. También exhibe un superávit fiscal. Ambas magnitudes admitirían decisiones de política económica que dotaran a la demanda interna de un mayor protagonismo en el crecimiento y que contribuyeran a que los socios europeos asentaran su propia recuperación.
Las previsiones para el año en curso sitúan en el entorno del 2%, la expansión de su PIB en 2015, frente al 1,5% previsto en enero, y algo menos en 2016. A ese repunte contribuirá el buen comportamiento del empleo y la continuidad en el ascenso de los salarios. La tasa de desempleo será, según las últimas previsiones de la Comisión Europea, del 4,6% este año y del 4,4% el próximo. De esta expansión en la principal economía europea se beneficiaría el conjunto del área monetaria.
Expandir la inversión y contribuir a que se concrete el Plan Juncker serían mucho más eficaces para la eurozona que las reducciones de impuestos en 2016
Junto a la caída en el precio del petróleo, la depreciación del tipo de cambio del euro ha sido esencial en la renovación de la intensidad del crecimiento. Es paradójico que ese beneficio para las exportaciones alemanas ha sido una de las consecuencias del cambio en la política monetaria del BCE, no siempre apoyada por las autoridades de Berlín. El Gobierno alemán y el BCE han de ser conscientes de que sus imposiciones de austeridad a ultranza a las economías periféricas han contribuido a acentuar el estancamiento y aumentar la deuda pública. La recuperación de un crecimiento más cercano al potencial y la reducción del elevado desempleo requeriría decisiones tendentes a reducir los excedentes exteriores y presupuestarios de Alemania.
El aumento de la inversión pública sería la decisión más eficaz en la medida en que contribuiría a restaurar sus dotaciones de capital físico —en particular, sus erosionadas infraestructuras— e impulsar de forma más explícita la demanda del conjunto de la eurozona. La inversión pública ha caído hasta el 2% del PIB, una proporción impropia con la necesidad de preservar e incluso aumentar la productividad. Decisiones de expandir la inversión y contribuir a que se concrete el Plan Juncker de inversiones paneuropeas, serían mucho más eficaces para el conjunto de la eurozona que las recién anunciadas reducciones de impuestos en 2016, un año antes de sus elecciones parlamentarias, por importes ciertamente moderados.
Las asimetrías de bienestar en el seno de la eurozona se han ampliado durante una crisis como consecuencia de unas políticas inapropiadas, que además han dejado un amplio grado de desafección respecto a la propia idea de fortalecimiento de la integración europea. La expansión alemana ha de contar con efectos distributivos mayores a los observados hasta ahora.
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