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Blogs / Gastro
Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Bangkok en tres mercados

José Carlos Capel

Sábado, 1 de mayo

Maeklong y las vías del tren

“Si no llegamos antes de las 10,00 nos perderemos el paso del tren”, nos dijo nuestro guía sin que entendiéramos muy bien a qué tren se refería. Habíamos salido de Bangkok a las 8,30 de la mañana en dirección a un mercado desconocido a través de una autopista congestionada. Justo a las 10 de la mañana entrábamos a pie en una extraña aglomeración rural siguiendo el rastro de una vía que parecía abandonada. “Deprisa, nos repetía nuestro hombre” A un lado y otro puestos repletos de verduras, de pescados y de frutas en instalaciones destartaladas. Mientras avanzábamos entre los raíles, único camino posible, los olores, buenos o extraños, se superponían.

El calor resultaba sofocante en aquel hormiguero atiborrado de compradores y turistas. Alrededor de las 10,15 se escuchó un aviso que provenía de altavoces lejanos. Nuestro guía nos advirtió: “Viene el tren, hay que refugiarse”. A velocidad de vértigo los vendedores retranquearon sus canastas con comida alejándolas dos palmos del trayecto de hierro mientras desmontaban sus toldos desvencijados apoyados en cañas y estacas sobre las vías. Apenas segundos después sonó un pitido y la máquina se nos vino encima tal y como refleja este vídeo casero.
El tren cruzó como una exhalación sin afectar a la comida expuesta en el suelo. Pronto los vendedores volvieron a colocar su mercancía al borde de los raíles. “El próximo tren no pasará hasta esta tarde”, nos comentaron. El mercado regresó a su ritmo y nosotros nos abrimos paso por la vía hasta alcanzar la estación de Maeklong. Pregunté y me dijeron que el tren realizó su primer trayecto en 1925 cruzando el centro de un mercado que los vendedores se han negado a abandonar en ningún momento.

Amphawa, cocineros de barca

Sin apenas tiempo de reposo y tras refrescarnos con tragos de agua de coco, nos dirigimos a un nuevo enclave, situado a 50 kilómetros de Bangkok según nos comentaron. Más que un mercado flotante Amphawa es un pintoresco merendero de proporciones gigantescas, un lugar repleto de barcas de madera amarradas bajo los puentes o en las riberas del canal donde se cocinan platos sobre el agua.

A su alrededor centenares de comensales se acomodan en mesitas incómodas, repisas de hormigón o escaleras contiguas para degustar las especialidades que se preparan en las barquitas atracadas en aguas oscuras, iconos del mejor “street food” flotante. Espacios inverosímiles donde se cocinan mariscos a la parrilla, gambas, crustáceos y calamares al peso, incluso sopas. Mejor que mis palabras hablan las fotografías. Las cocineras, mujeres en su mayor parte, atendían sin tregua las peticiones de tierra firme. Intentamos acomodarnos en algún rincón pero resultó imposible.
En las callejuelas que rodean los canales los puestos de comida también se multiplicaban. Me comentaron que la actividad es intensa desde primeras horas hasta bien avanzada la noche. Estábamos en fin de semana de un largo puente y miles de personas de Bangkok acudían a disfrutar de las reputadas especialidades de estos canales. Amphawa era una fiesta.

Damnoen Saduak

Habían dado las doce del mediodía cuando nos dirigimos a un nuevo y último mercado. “Llegamos tarde, a ver si tenemos suerte y no han recogido todavía”, insistió nuestro guía. A diferencia de los lugares anteriores en Damnoen Saduak me encontré con un auténtico mercado flotante. A la vista canales repletos de barcas de madera con vendedores que voceaban sus mercancías. Paseamos por sus muelles y embarcaderos cargados de encanto, me acerqué a una barca próxima y con la ayuda de gestos compré cuatro mangos, tan deliciosos como baratos, en un intento por entender como comerciaban desde sus barcas. Imposible describir la animación de la zona.

Había que regresar a Bangkok y lo hicimos por vía fluvial en un barco para turistas donde se ofrecía un bufé intranscendente. Acababan de dar las cuatro de la tarde cuando atracamos en un muelle de la gran urbe. Por mi cabeza todavía desfilan muchas imágenes de aquella acelerada ruta. Coincido con quien insinuó que la inspiración está en la calle. No me extraña que profesionales de la cocina de todo el mundo visiten estos lugares.Sígueme en Twitter en@JCCapel

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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