Un pueblo en vertical
FOTO: Jesús Granada
¿Cómo construir vivienda social evitando transmitir la sensación de que son las normas, la repetición o incluso el aburrimiento lo que ha diseñado el edificio? ¿Cómo mantener la identidad individual en un edificio colectivo? ¿Cómo identificar con colores sin que los tonos pasen de moda o estigmaticen a los inquilinos? Y, finalmente, ¿cómo personalizar un edificio sin que la marca del diseñador termine por ahogar la vida de los futuros residentes como sucedió en más de una promoción de viviendas de protección oficial?
Hoy su proyecto en el Ensanche de Vallecas está acabado y ha recibido a sus primeros habitantes. En un barrio nuevo, repleto de vivienda social (más y menos afortunada), el suyo es un “edificio pantalla”, definen ellos mismos. Y ciertamente, una primera impresión de dureza, imposición y muro no se corresponde con los matices que la visita al inmueble ofrece.
Para empezar, la gran fachada se percibe como una suma de partes en la que la individualidad de cada uno de los 50 pisos está subrayada por las bandejas de chapa plegada de acero lacado que, como un mecano, han compuesto el grueso del proyecto indicando que este es el producto de una suma de partes. Los colores elegidos para subrayar esa diferencia no son casuales. Son los que los proyectistas entienden que el tiempo no terminará por agotar.
Aunque buena parte de la construcción se hizo en seco, con el consiguiente ahorro energético y económico, la estructura de hormigón armado sujeta y rodea, como un gran marco, el inmueble. Así, las dos esbeltas fachadas laterales de hormigón protegen las viviendas del sur que azota a tantos pisos vecinos. Ese hormigón ha sido cuidado con un encofrado acanalado y tratado con chorro de arena que le confiere una acabado visualmente menos duro.
Las 50 viviendas de 2, 3 y 4 dormitorios tienen una orientación doble -Este y Oeste- y recorren los 10 metros de fondo del inmueble. Y es que este es un edificio de viviendas de nueva hornada en el que, sin embargo, se entra a la antigua: como en las corralas, las calles elevadas de la parte trasera ocultan los tendedores y sirven de acceso a los residentes. En la fachada principal, mirando al Oeste, las bandejas de acero no dejan ver la tornillería porque están pensadas para el largo plazo y Orte y Sevillano no quisieron abusar del aspecto industrial que podía anclar estéticamente su edificio en el tiempo. La ausencia de solapes y tapajuntas refuerza la imagen nítida de la suma de partes que es este edificio y demuestra que a pesar de que los medios son pocos, la normativa estricta y las necesidades muchas, el cuidado, la dedicación y la imaginación (encauzada) pueden mejorar las viviendas sociales. Hasta convertirlas en una pequeña aldea vertical.
Precio por metro cuadrado construido (PEM) según arquitectos: 706,20 euros.
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