_
_
_
_
Tentaciones

Cinco motivos para odiar/amar a Morrissey en su 58 cumpleaños

Desde sus (supuestos) comentarios xenófobos al éxito de los últimos discos pasando por su vanidad desmesurada

Bocazas, sensible, ególatra, certero, genial o extremista son solo algunos de los epítetos que se pueden utilizar para definir a Steven Patrick Morrissey, un tipo capaz de polarizar opiniones de un nivel reservado solo a algunas de las mayores (y más deslenguadas) figuras de la historia del pop. “Si mencionas mi nombre, la gente o vomita o se entusiasma. Es un cumplido porque significa que, como mínimo, eres original”, declaraba hace poco a este periódico, dejando claro que, tres décadas después de su irrupción gladiolo en mano al frente The Smiths, sigue disfrutando de ese sentimiento de “todo o nada” que provoca entre los mortales.

Hoy es una ocasión tan buena como cualquier otra (cumple 58 años) para que recordemos las razones por las que lo hemos amado, y otras tantas en las que hemos deseado abofetearle.

Lo amamos por...

1. Su pasión de fan

“Me perdí dentro de la música a una edad muy temprana, y ahí he permanecido”

Antes de cantante y letrista, Morrissey fue fan. Su autobiografía da buena cuenta del ardor con que abrazó la música el joven Steven, encontrando en ella una vía de escape a un Manchester gris y represor, en el que solo había calles y más calles y los profesores infligían humillantes castigos físicos a sus alumnos. Gran parte de esas pasiones primerizas se pueden rastrear en esta playlist, en la que no faltan los New York Dolls, banda que le apasionaba hasta el punto de fundar su club de fans en Inglaterra. Otros de sus amores fueron Mott The Hoople, los Ramones, Buffy Sainte-Marie o su adorada (y actual vecina) Nancy Sinatra.

2. Su sinceridad brutal

“Nunca he pretendido ser controvertido, pero es muy fácil serlo en la música pop porque nadie lo es nunca”

Dentro de la infinidad de argumentos con los que se puede atacar a Morrissey, nunca encontraremos entre ellos la hipocresía. Rara vez se le ha presentado un tema sobre el que no haya querido opinar, y jamás ha escamoteado una respuesta -ya sea positiva o, como suele ser habitual, despiadada- , para alegría de sus entrevistadores, a los que siempre regala varias joyas verbales. No ha dudado en dar su veredicto sobre temas como la música dance (“es el refugio de los deficientes mentales”) o su causa favorita, los derechos de los animales: “no veo ninguna diferencia entre comer carne y la pedofilia”. Tampoco ha escatimado juicios de valor sobre compañeros de profesión, ya se trate de Robert Smith (“es un llorica”), Elton John (“traedme su cabeza. Si se sirve en un plato en ese caso la carne no sería asesinato”) o Madonna (“está más cerca de la prostitución organizada que de cualquier otra cosa”). Prácticamente, con lo único que no se muestra tajante es su sexualidad, misterio que alienta con declaraciones como “nunca he sido una persona sexual” o “en realidad soy un humanosexual, me atraen los humanos. Solo que, claro, no me atraen muchos”.

3. Su desdén hacia el poder

“Odiamos a William y Kate” (Mensaje de las camisetas de su banda en su gira de 2012)

Pese a que nunca ha hecho demasiado por cambiar las estructuras establecidas y defiende el abstencionismo, Moz siempre ha cultivado una sana desconfianza por aquellos que ostentan un cargo oficial, ya sea por la elección mediante el voto (Margaret Thatcher) o por simple derecho de cuna (la familia real británica al completo). De la primera decía que era “un terror sin un átomo de humanidad” y le dedicó Margaret on the Guillotine. Pese a no ser ajusticiada como él deseaba, celebró su muerte recordando que a la exprimera ministra “la gente le importaba una mierda”. Con la realeza de su país todavía no ha visto colmados sus deseos, pese a que una de sus máximas famosas es aquella en la que les califica de parásitos. David Cameron, que se confesó fan de The Smiths, tampoco goza de sus simpatías; al actual PM le echa en cara su afición por la caza. Un tipo de poder distinto, el de los ejecutivos de las discográficas, también ha sido el centro de sus iras, ya fuesen independientes (Geoff Travis de Rough Trade sale muy mal parado en su autobiografía) o multinacionales. No en vano, en los últimos años ha pasado por Sanctuary, Decca y Harvest, y actualmente no tiene contrato con sello alguno. Por un motivo u otro, Morrissey no se lleva bien con el poder.

4. Sus referencias literarias y cinéfilas

“Hay vida más allá de los libros, pero no mucha” (de la canción Handsome Devil)

Morrissey es uno de esos autores que disfrutan hablando de sus influencias e incorporándolas a su obra, quién sabe si como una manera de acercarse más a sus héroes. Para el fan curioso es todo un juego descubrir las pistas que va sembrando en toda su obra, e Internet está plagada de webs en las que se analizan las citas o préstamos a obras literarias, pero también cinematográficas y televisivas. Enamorado del Hollywood clásico en general y de James Dean en particular, las portadas de The Smiths le sirvieron para homenajear a Alain Delon, Andy Warhol, películas como ‘El coleccionista’ (William Wyler) o series como Coronation Street, el eterno culebrón que permanece en antena desde 1960 y uno de los placeres del joven Moz.

5. Su legado

“Cuando me entierren junto a una iglesia y arrojen tierra a mi tumba, me gustaría que grabasen las palabras 'bueno, al menos lo intentó' en mi lápida”

Parece obvio, pero a veces hay que recordarlo: si estamos hablando de él es porque Morrissey ha dejado tras de sí una apabullante colección de canciones. Su asociación con Johnny Marr ha quedado para la historia como una de las parejas más productivas (The Smiths publicaron cuatro discos en apenas cinco años) y brillantes del pop, y su trayectoria en solitario, pese a ser desigual, contiene numerosos momentos destacados. Demonios, estamos hablando del autor de How Soon Is NowWhat Difference Does It Make?, I Know It’s Over, Everyday Is Like Sunday o The First of the Gang to Die, por nombrar solo algunas de sus obras maestras. A eso tenemos que sumar un volumen de memorias que, pese a unas altas dosis de autoindulgencia y ánimo de revancha contra el mundo, demuestran que su estilo como escritor está a años luz de la mayoría de las estrellas del pop.

Pero...

1. Sus (supuestos) comentarios xenófobos

“Casi voto al UKIP. Me gusta mucho Nigel Farage”

Suena a locura la idea de que Moz pueda identificarse con cualquier partido pero, a lo largo de los años, ha ido dejando pequeños guiños que le relacionan con los sectores más conservadores del espectro político, cuando no con la extrema derecha. Su concepción nostálgica de un Reino Unido idealizado le ha llevado a posar con la Union Jack y a esparcir su carrera de declaraciones más o menos xenófobas, como aquellas que publicó el semanario New Musical Express en 2007 en las que aseguraba que las fronteras de Inglaterra estaban "inundadas" y que el país se había “echado a perder”. El cantante negó haber dicho tal cosa y llevó a juicio a la publicación que, años más tarde, tuvo que retractarse. En todo caso, no ha sido el único caso en el que sus comentarios se han acercado a extremos peligrosos: en 2010 calificó a toda la población china de “subespecie” por su trato a los animales, y en 2013 expresó su simpatía por el UKIP y su líder Nigel Farage, conocido por su política antiinmigración.

2. Su vanidad

Jane Austen, Oscar Wilde... y él.
Jane Austen, Oscar Wilde... y él.

“Nunca aceptaría un Brit. Sería como ver a Laurence Olivier feliz recogiendo un premio de la revista TV Times”

A nadie se le escapa que estamos ante una personalidad que ocupa hasta la última partícula de espacio libre de cualquier habitación. Pese a que siempre ha cultivado una tendencia a la autoconmiseración (“siempre he pensado que mis genitales son el resultado de una broma grosera”), el ego de Morrissey siempre ha estado en buen estado. Por eso no resultó chocante saber que una de las condiciones que le puso a la editorial Penguin para publicar sus memorias era que éstas formaran parte de la colección de clásicos. Es decir, a la altura de Orgullo y Prejuicio o Guerra y Paz. La tentación de aparecer en las estanterías junto a sus ídolos Oscar Wilde o Marcel Proust fue imposible de resistir.

3. Sus caprichos de prima donna

“Camiseta oficial de cancelación de gira de Morrissey” (Mensaje de una camiseta)

A medida que ha ido envejeciendo, Morrissey ha ido acrecentando sus aires de divo, elevando sus peticiones y bajando el nivel de autoexigencia. Sus cancelaciones de festivales son ya famosas, con la del FIB de 2004 como uno de sus episodios más crueles con sus fans. La excusa oficial: perdió su vuelo y no pudo encontrar otro a tiempo. En 2014 dejó plantados a sus seguidores en Estados Unidos debido a una “enfermedad respiratoria”. Moz no dudó en culpar a su telonera en esa gira, Kristeen Young, de haberle contagiado un virus, y su equipo la invitó a abandonar los restantes conciertos inmediatamente. Hasta tal punto es habitual que no llegue a subirse a los escenarios según lo anunciado que un usuario de Tumblr ha recopilado todas las cancelaciones de su carrera. Sus peticiones también son motivo de asombro. En varias ocasiones ha exigido que no se sirva carne en el recinto en el que actúa, y tampoco quiere cruzarse con lugares en los que se vendan comida de origen animal. “¿Ha cambiado el mundo o he cambiado yo?”, se preguntaba en The Queen Is Dead. Ahora la respuesta es evidente.

4. Sus últimos discos

“Gaga in Málaga / No mercy in Murcia / Mental in Valencia” (‘The Bullfighter Dies’)

Cualquier fan con cierto sentido crítico estará de acuerdo en que lo mejor de la producción de Morrissey se encuentra en el periodo comprendido entre 1984, fecha de publicación de The Smiths, y 1990, cuando se vio la luz el recopilatorio Bona Drag. Desde entonces ha tenido chispazos ocasionales (Vauxhall and I o el regreso a primera línea que supuso You Are the Quarry), pero la calidad de sus composiciones ha ido menguando poco a poco, hasta llegar a un World Peace Is None of Your Business (2014) que contiene alguno de los peores momentos de su carrera. Incluso su punto fuerte, las letras, flaquea de manera dolorosa.

5. Su huida del mundo real

“Intenté vivir en el mundo real en vez de en mi cascarón, pero me aburrí antes de empezar”

Desde que un juez dictaminase que Mike Joyce y Andy Rourke, batería y bajo de The Smiths, debían percibir la misma proporción de royalties generados por el catálogo del grupo que Morrissey y Johnny Marr, nuestro hombre instaló su campamento base en Los Angeles. La razón no es solo desapego: evita tener propiedades en su país de origen para no ser embargado. En California, entre sol y palmeras, vive una existencia completamente alejada de sus orígenes, y también de la realidad. Es lo que piensan antiguos fans como Paul Heaton, de The Housemartins y The Beautiful South, que le acusa de haber dado la espalda a su país y a la clase obrera. Lo cierto es que Moz parece cada vez más ajeno al mundo, encerrado en su microcosmos en el que solo tiene lugar aquello que le parece soportable. Una burbuja que abandona únicamente cuando, como ahora, se dispone a actuar ante unos fans que le perdonan cualquier desplante.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_