La vida pública en la era de internet: ¿estamos más solos?
"Social Life" = Status checking. Fotografía de Iliyan Yankov, bajo licencia Creative Commons.
(*) Por Manu Fernández
El trabajo de William H. Whyte es ya un clásico (muy bien contextualizado en el reciente libro de Jan Gehl, How to study public life), especialmente reflejado en The social life of small urban spaces. Forma parte de toda una generación de estudios iniciados a partir de la década de los 60 del siglo pasado, que empezaron a estudiar los espacios públicos y la vida social en las calles con nuevas metodologías de investigación que buscaban entender la cotidianidad del uso de los espacios de encuentro en las ciudades.
Seguramente gracias a que este trabajo tuvo una gran base de documentación visual, en la actualidad sigue siendo un material de referencia para entender la importancia de la observación como método de investigación. Desde entonces, forma parte de toda una tradición de exploración del uso social de los espacios públicos en la ciudad que trata de mostrar cómo estos lugares son los espacios de interacción privilegiados en una ciudad.
En el mundo actual, en el que la tecnología ha mediatizado nuestras formas de comunicación social y personal de una manera progresiva y altamente invasiva, un debate interminable es el de si esta tecnología nos está haciendo personas más aisladas (el libro puede ser una buena guía) y sociedades más solitarias. Si esto fuera así, los espacios públicos tendrían cada vez menos importancia. Estos implican cercanía, una sociabilidad personal, directa y física, la apertura a encuentros inesperados, etc. Frente, teóricamente, a unas formas de comunicación cada vez más deshumanizadas, saturadas, mediatizadas por soportes artificiales y, en definitiva, más frágil e inestable. Nada nuevo hasta aquí.
Un artículo en el New York Times, Technology is not driving us apart after all, recogía hace unos meses los estudios de Keith Hampton, centrados en esta pregunta básica: ¿realmente la tecnología que usamos hoy de forma cotidiana nos está haciendo seres más aislados y, en especial, está transformando el uso que hacemos de los espacios de encuentro en las ciudades? Para responderla, tomó un camino alternativo: ¿Más o menos, comparado con qué? ¿Con un pasado idealizado frente a una percepción sobre la realidad actual que igual no es cierta?
Mediante un laborioso trabajo de comparación de los espacios documentados por Whyte y los mismos espacios capturados visualmente a día de hoy, parece que llegó a conclusiones sorprendentes y contra-intuitivas, recogidas en el estudio The social life of wireless urban spaces: internet use, social networks, and the public realm, que el periódico resume en un artículo excelente. Así el estudio apuntaba a que, aunque ahora acostumbramos a vagabundear en las ciudades pegados a nuestros móviles, seguimos siendo seres sociales que buscamos el encuentro con otros en las calles y los espacios públicos.
Evidentemente, las salvedades son muchas. Por un lado, los espacios comparados en el estudio son muy particulares y, hasta cierto punto, poco generalizados para el estándar de Estados Unidos (lugares que son ya, de por sí, grandes atractores de personas, como Bryant Park en Nueva York), por lo que la generalización es complicada. Derivado de esto, las conclusiones no nos pueden llevar a pensar que esto está sucediendo en más tipologías de espacios, pero también, al contrario, es posible que los lugares de encuentro a día de hoy sean muy diferentes a los de hace unas décadas (la transformación de los espacios de trabajo, las nuevas formas de ocio, etc.). Y, sobre todo, el estudio, basado en la observación a distancia, no permite saber qué estaban haciendo en cada momento con sus dispositivos móviles las personas captadas haciendo uso de los mismos (aunque, posiblemente, en la mayor parte de los casos estarían usando aplicaciones de diferente signo para comunicarse en a distancia con otros). Esta es, precisamente, la gran incógnita de esta aproximación (ver, por ejemplo, On the search for space in the digital city, de John Bingham-Hall). Estudiada la presencia física y la interacción directa, queda por explorar qué formas de interacción promueve la conectividad digital en la calle. Poder sentarnos en un banco de un parque, encender el ordenador y ponerte a mandar mails, ¿te hace más sociable?, ¿hace más intenso el uso social del parque? Tener disponible esta conexión, como se ha demostrado tantas veces en estos últimos años, ¿nos ayuda a crear formas de comunicación más organizadas para el activismo? Quizá alguien de los captados en el documental del estudio parece estar mandando un mensaje de texto a alguien fuera de la escena pero, muy posiblemente, están quedando par encontrarse. ¿Descartamos esa acción, multitudinaria en cuaqluier ciudad, como un uso social de, por ejemplo, la espera para cruzar un semáforo?
Más allá de las conclusiones, sobre las que se puede discutir mucho y aportar otras pruebas, lo más interesante es el intento de romper pre-concepciones dando una perspectiva temporal para poder comparar y, sobre todo, que las formas de uso del espacio siguen siendo, básicamente las mismas después de todo.
* Manu Fernández. Investigador y consultor de políticas urbanas, durante su trayectoria profesional ha estado involucrado en proyectos relacionados con la sostenibilidad local y el análisis de las economías urbanas. Autor del blog Ciudades a Escala Humana, actualmente está realizando su tesis doctoral "La narrativa de las smart cities: bases conceptuales y prácticas cotidianas en la sociedad conectada".
Twitter: @manufernandez
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.