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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Tragedia en el instituto

Soy jefa de estudios de un instituto público de Barcelona, la misma ciudad donde hace unas horas murió un compañero por ir a ayudar a otra profesora. Abel es el nombre del compañero y, seguramente, la tristeza me nubla el entendimiento y hace que no sea capaz de comprender lo que ocurre. Parece que el “presunto” asesino no es culpable de nada (dentro de unos meses lo sería, pero ahora no lo es). De todas formas, me tranquiliza la propuesta que ha hecho la Generalitat para apoyar al compañero: nos propone un minuto de silencio a la hora que, generalmente, salimos al patio la mayoría de centros. ¿Es una broma?

Padres, profesores, alumnos y el resto de la sociedad debemos tener unos centros seguros donde podamos crear la sociedad del mañana, firme y con principios, pero también sin miedo. Eso no lo conseguiremos si no realizamos un juicio justo cuando una persona realice un acto como este, sea cual sea la edad del “presunto” asesino. No creo que valga la pena esperar a que dos niños de 10 años maten a uno de dos, ya que este fue el motivo por el que se cambió en otro país la edad legal; no esperemos a llorar más muertes.— Anna C. Rodríguez Pérez. Barcelona.

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¿Cómo se sentiría usted si recibiera una llamada de un hospital y un médico le dijera que su hijo ha entrado en su propio colegio armado con una ballesta casera y un cuchillo, ha matado a un profesor y ha dejado malheridas a otras cuatro personas? ¿Por qué clase de infierno psicológico estarán pasando en este momento los padres de este niño?

Su hijo, al que llevan protegiendo desde que vino al mundo, al que llevan alimentando y educando desde hace 13 años, acaba de cometer el más atroz de los crímenes, el asesinato.

Pidamos al pueblo barcelonés que deje a esta familia en paz pues, con lo que están sufriendo, no habrá tiempo suficiente en la vida para que cicatrice esa herida.— Miguel Fernández Gómez. Santiago de Compostela, A Coruña.

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