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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La tragedia del vuelo GWI9525

Como era de esperar, las autoridades que velan por la seguridad en el sector aéreo han comenzado, de nuevo, a dar palos de ciego. Se obligó a instalar puertas blindadas; cuando se ha comprobado que no cumplen la misión para la que fueron diseñadas, se quiere obligar a que siempre haya dos tripulantes en la cabina de vuelo. Deberían estudiar algunos accidentes provocados por un tripulante cuando no se encontraba solo en la cabina (B767 de Egiptair, ATR42 de Royal Air Maroc).

Sin embargo, nadie intentará corregir el despropósito de que un médico extienda la baja a un piloto, y el sistema administrativo no contemple la comunicación instantánea a la autoridad aeronáutica de quien dependa su licencia para ejercer la función de pilotaje.

En mi larga experiencia como piloto de líneas aéreas (ya jubilado), he sufrido la obsesión de la autoridad por publicar normas y más normas —que han ido demostrándose inútiles— para conseguir la seguridad absoluta en las operaciones aéreas. Sin embargo, detalles tan importantes como controles exhaustivos de la salud física y mental de los pilotos se han seguido tratando muy superficialmente.

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La seguridad absoluta no existe, el mero hecho de vivir comporta riesgo.— Alfonso Sánchez Martínez. Palma de Mallorca.

En la tragedia alpina había tres países involucrados: Alemania, España y Francia, aunque este último sólo ponía prácticamente el escenario.

La actuación de las autoridades francesas ha sido ejemplar.Por la rapidez en actuar, por la generosidad de medios desplegados y por el respeto mostrado con los familiares de las víctimas, alejando a la prensa de los primeros planos.

Pero por encima de todos ha sobresalido la figura del fiscal de Marsella. Su intervención anunciando al mundo lo que de verdad había ocurrido fue puntual y, sobre todo, modélica. Un prodigio de calidad informativa. ¡Chapeau!— Gonzalo Ávila. Madrid.

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