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DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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Dilemas informativos del vuelo GWI9525

Algunos lectores se preguntan qué valor noticioso tienen las fotografías de los familiares de las víctimas del avión de Germanwings ¿Era necesario identificar al copiloto?

Todos tenemos una máscara social, un gesto protector que oculta al mundo nuestras emociones. Una máscara que no resiste el impacto de la tragedia. Lo hemos visto en las fotografías de los familiares de las víctimas del vuelo de Germanwings que se estrelló en los Alpes franceses el martes, 24 de marzo. Imágenes de rostros descompuestos por el dolor, arrasados por las lágrimas, sin protección emocional alguna ante las cámaras de fotógrafos y operadores de televisión. En esa terrible desnudez han sido reproducidos en las páginas de este diario, y en la práctica totalidad de los medios de comunicación de España, el país del que despegó el avión, y del que una cincuentena de pasajeros eran oriundos.

Algunos lectores han expresado su rotundo rechazo a estas imágenes tanto en las redes sociales, como en los comentarios a las noticias de la web. También se han quejado a esta defensora. Uno de ellos, Carlos Santos-Ramos, me ha enviado un largo mensaje en el que señala que su crítica no se limita a lo publicado por EL PAÍS. “Escribo”, dice, “para invitarla a lanzar una reflexión general. Quiero con este correo intentar sensibilizar a su profesión sobre el tratamiento dado a estas víctimas. A diferencia de otras tragedias mediatizadas donde el dolor se muestra sin ambages, quizás para desacreditar los hechos acontecidos y hacer pedagogía, considero que en el caso del accidente aéreo el material audiovisual y fotográfico en el que se muestra a los familiares de las víctimas en el momento de llegar al aeropuerto o en sus diferentes desplazamientos no tiene valor informativo ninguno ni de ningún otro tipo”.

Otro lector, Fernando Aramburu, plantea una pregunta similar que, “desgraciadamente”, dice, “hay que hacer a los medios, a este medio, cada vez que se produce una desgracia de este tipo. La pregunta es: ‘¿Las imágenes de los familiares de las víctimas sufriendo su inmenso dolor enriquecen en algo la información sobre la catástrofe?’. Evidentemente, yo tengo mi propia respuesta: no. Suponen una exposición no deseada de un aspecto íntimo de la vida de quienes pasan por ese trance”.

He trasladado esta queja a Ricardo Gutiérrez, redactor jefe de fotografía, responsable de la selección de fotos tanto para la edición impresa como para la web. Gutiérrez me explica que a la mesa de su sección llegaron, desde pocas horas después de producirse el accidente hasta el viernes, más de 4.000 fotografías relacionadas con esta catástrofe. Un verdadero aluvión de imágenes. Todas se revisaron, me dice, “con el criterio que nos marca el código deontológico de la sección de fotografía de EL PAÍS. No publicamos aquellas imágenes que por su crudeza resultan casi intolerables. Pero, ante la magnitud de este accidente, no podemos dejar de mostrar el dolor de los familiares por la pérdida de los seres queridos. Hemos omitido, en primera página, la fotografía más dura que teníamos de los familiares en El Prat, pero hay que recordar que estamos informando de una tragedia que ha costado 150 vidas”.

El director adjunto, David Alandete, añade: “EL PAÍS ha evitado escrupulosamente publicar en su portada imágenes reconocibles de familiares de víctimas. Las imágenes reproducidas han sido de restos materiales del avión, operaciones de rescate y, en la edición nacional del miércoles, un abrazo colectivo en el aeropuerto de El Prat donde no se veía ni podía reconocerse a ninguno de los familiares. En la página siete de la edición del miércoles, sólo se ha publicado una imagen de familiares no identificados, también en El Prat, tras ser informados del suceso, por su indudable valor informativo, en una instantánea ampliamente reproducida”.

Es cierto que este diario, muy en sintonía con los medios homólogos en Francia y Alemania —por citar otros dos países tocados por esta tragedia—, ha sido bastante sobrio en este apartado. Más en la edición impresa que en la web, donde hasta el jueves 26 de marzo figuraba una galería de imágenes con media docena de fotografías de familiares de las víctimas, visiblemente afectados.

Se trata de un tema delicado en el que colisionan el derecho a la información, que ejercemos los medios, y el derecho a la intimidad de los afectados. En mi opinión, la única forma de sortearlo es adoptando un criterio prudente que, sin hurtar información, evite caer en el siempre deplorable sensacionalismo. No es la actitud que tenemos, sin embargo, hacia las fotografías de guerras o catástrofes más o menos remotas. A menudo, las más terribles reciben premios periodísticos y son ampliamente difundidas.

Una abrumadora mayoría de medios ha publicado la foto y el nombre del copiloto

Ha habido otro detalle importante de la cobertura del accidente aéreo en los Alpes que ha provocado alguna queja. Un lector, Álvaro Ceballos, me escribió el jueves, indignado ante la celeridad con la que el periódico reveló ese día, en su edición digital, la identidad y hasta una fotografía del copiloto del avión de Germanwings —filial de la compañía alemana Lufthansa—, que, según el fiscal de Marsella, estrelló deliberadamente el Airbus A320 contra el macizo de los Alpes.

Álvaro Ceballos se queja de que, mientras los medios digitales alemanes serios, como el semanario Der Spiegel online, decidieron no identificar al copiloto ni publicar su foto, “EL PAÍS, como muchos otros medios, publica el nombre y la foto del copiloto. Es más: esos datos son el objeto principal de una noticia, al menos en la versión en línea”. Y añade: “Creo que este es un detalle revelador de la falta de escrúpulos que repetidamente manifiestan los medios españoles”. A juicio de este lector, “una supuesta ‘demanda de información’ por parte de la opinión pública, y la justificación tácita de que todos hacen lo mismo conduce a presentar como noticia detalles privados de personas envueltas en situaciones delicadas y sujetas todavía a especulación”.

He preguntado a Luis Doncel, corresponsal en Berlín, por la cobertura que están haciendo los medios alemanes de este grave suceso. “La catástrofe de Germanwings ha generado un debate interesante”, me explica en un correo electrónico. “Medios como Die Welt o Focus han renunciado a mostrar la cara del supuesto responsable de la muerte de 149 personas y a dar su apellido. El Frankfurter Allgemeine Zeitung dedica un artículo a explicar por qué sí publica su foto. Más matizada es la postura de Der Spiegel, que en un primer momento solo se refería al copiloto como Andreas L. y que a finales de semana, cuando ya no quedaban dudas de su responsabilidad, empezó a nombrarlo con el apellido completo, según explica en su página web”. Añade Doncel: “Me parece que, al margen de la decisión que finalmente tome cada medio, es una polémica enriquecedora y necesaria para todos los que nos dedicamos a informar”.

En mi opinión, una vez que se supo el nombre del piloto que, según el fiscal de Marsella, estrelló deliberadamente el Airbus A320 de Germanwings, era razonable publicarlo. En cuanto a la fotografía sacada de su perfil de Facebook, el director adjunto, David Alandete, subraya que EL PAÍS la colocó en su portada del viernes, sólo después de que se produjera la comparecencia del máximo responsable de la investigación. El mismo criterio siguió una abrumadora mayoría de medios de comunicación de todo el mundo.

Era relevante también la información adelantada por medios alemanes, y confirmada después por la Fiscalía de Düsseldorf, según la cual, Andreas Lubitz había recibido una baja por enfermedad que tendría que haberle impedido ponerse a los mandos de una aeronave con otras 149 personas a bordo ese fatídico 24 de marzo.

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