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Columna
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Grecia y el paro

Joaquín Estefanía

Para los dirigentes de la generación anterior (los Mitterrand, Kohl, Delors, González,...) el euro fue, sobre todo, un proyecto político que remitía directamente a los orígenes filosóficos de la construcción europea. La Unión Europea (UE) ha conseguido en muchas ocasiones (las más importantes) sus fines políticos a través de las herramientas económicas. Ahora es el momento de darle la vuelta a aquel método de trabajo: la política ha de acudir en auxilio de la economía.

Con el fin de salvar una unión monetaria llena de imperfecciones y que no estaba preparada para asimilar una crisis como la actual, se necesita un compromiso político excepcional de los actuales dirigentes. En definitiva, más Merkel y Tsipras, que Schäuble y Varoufakis. Todo ello, si se pretende avanzar y arreglar dificultades como las que afectan hoy a la UE y al Eurogrupo. Por ejemplo, Grecia (más coyuntural) y el paro (más permanente).

Se le pueden dar todas las vueltas que se quiera, negociar hasta la exhaustividad y conseguir nuevos plazos y créditos para eternizar una solución desagradable, pero el enunciado del problema griego sigue siendo el mismo: este país no puede pagar sus deudas, so pena de sacrificar varias generaciones de helenos a unos niveles de pobreza y exclusión desconocidos en la Europa de hoy. Y ello es así porque las políticas adoptadas para ayudarles, o para crecer, han tenido como resultado el colapso de casi un tercio del tamaño de su economía, lo que no sucede habitualmente más que en periodos de guerra.

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La política ha de acudir ahora a auxiliar a la economía europea. Más Merkel y menos Schaüble

En lo que se refiere al desempleo de la zona euro (más del 11% de su población activa), hay dos características que no se pueden dejar de subrayar una y otra vez: que una parte cada vez más amplia del mismo es paro estructural, es decir, de ciudadanos que no volverán a trabajar aunque quieran, independientemente de que mejore o no la coyuntura, porque se han convertido en personas inempleables (por falta de formación cualificada, porque se han quedado obsoletos, porque son de larga duración y cuanto más tiempo pasan en esa situación menos son requeridos por los empleadores...); y que el paro juvenil dobla en porcentaje al paro general, superando en algunos países —Grecia, España...— el 50% de sus efectivos menores de 25 años en condiciones de acceder al mercado laboral.

Muchos de esos jóvenes, con una sólida formación, no tienen ya esperanza de encontrar trabajo en sus países. Ello equivale a decir que la solidaridad y la justicia social, que formaban parte del proyecto europeo desde sus inicios en los años cincuenta, han retrocedido. No es casual que muchos de ellos miren a Alemania como la panacea de sus problemas: porque es un país envejecido que precisa todos los años de una gran mano de obra extranjera cualificada para mantener su nivel de vida, y porque está en el segundo lugar del mundo, después de EE UU, en la lista de países preferidos por los que dejan sus países de origen. Aunque sea en minijobs.

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