Simplicidad voluntaria, una alternativa elegida
Por Lucía Vicent, miembro de EconoNuestra y Fuhem Ecosocial
Mientras la crisis sistémica que vivimos sigue agravándose por la confluencia de distintos frentes damnificados por el sistema económico capitalista –problemas socioeconómicos, políticos y ecológicos–, existen y proliferan movimientos que llevan tiempo ensayando otras propuestas alternativas para abordar estos desafíos. Sin la pretensión de limitar solo a ellas todas las opciones existentes, podemos mencionar algunas que cuentan con perfil propio, como son el movimiento por el Decrecimiento, el de Transición, el denominado Slow y el de la Simplicidad voluntaria[1].
Tiempos como el actual, en el que la palabra austeridad empleada por los dirigentes políticos se adorna con rasgos de sencillez y autocontrol para enmascarar la política del recorte y el ajuste de la mayoría social en favor de la apropiación privada por parte de una minoría oligárquica, propician que sea interesante enfatizar en las propuestas mencionadas, en concreto, en el movimiento de la simplicidad voluntaria. El motivo no es otro que entender a qué responde, cómo evoluciona y qué valores impregnan esta alternativa, cuestiones fundamentales que evitarían la confusión con las atribuciones que establecen, a través de un leguaje engañoso, los discursos interesados para legitimar las políticas “austericidas” que se promulgan.
Origen y evolución del movimiento
Miles de años atrás, algunos grupos de personas escogieron una contención voluntaria en sus formas y estilos de vida: la práctica hindú, los Amish, los Cuáqueros o los Menonitas pueden ser algunos de los ejemplos pioneros de estas prácticas. A pesar de ello, la simplicidad voluntaria como movimiento no nace oficialmente hasta finales de la década de los noventa del pasado siglo, cuando comienza a extenderse su práctica desde la ciudad de Seattle hacia la mayoría de los países europeos. Un referente de la simplicidad voluntaria, desligado del carácter religioso al que se le asociaba en el pasado, lo encontramos en el escritor e inspirador del movimiento Henry David Thoreau. Con posterioridad, otros muchos pensadores del siglo XX, como Pierre Rabhi o Iván Illich, han logrado amplificar la voz de la simplicidad voluntaria por todo el mundo.
A pesar de que no existe un colectivo como representante único del movimiento, sí proliferan multitud de organizaciones y movimientos sociales que integran –total o parcialmente– esta filosofía como propia. El decrecimiento, sin ir más lejos, a través de su «lógica del caracol» reivindica una dilación de los ritmos vitales de la sociedad occidental, al igual que el movimiento Slow que denuncia la celeridad en muchas facetas de nuestros hábitos. En ambos casos se abordan distintos aspectos señalados por la propuesta de la simplicidad, como ocurre con otros movimientos que tienen presentes los límites físicos del planeta sin ser reconocidos estrictamente dentro de esta denominación.
Ideas fundamentales de la simplicidad
Optar por la simplicidad es apostar por una vida austera donde prima la autocontención y la sencillez en los estilos de vida. A diferencia de la obligación de muchos a los que hoy en día se les impide alcanzar unos niveles materiales de vida que superen los umbrales de la pobreza en países como el nuestro, se distingue esta elección de vida en que sus prácticas son escogidas conscientemente. Los argumentos impulsores de esta modalidad –tanto a nivel individual como colectiva– se enfocan, todos ellos, hacia una vida contenida frente al consumismo, la acumulación dineraria y la adquisición de posesiones materiales que priman en nuestra sociedad.
Resulta difícil definir qué entendemos por simplicidad voluntaria y a qué elementos alude su adopción ya que, individualmente, puede significar cosas muy diferentes según las personas, llegando a generar un sentimiento de sufrimiento como de enriquecimiento personal. Y lo mismo ocurre con los motivos que incitan la elección: ecologismo, salud, justicia social, creencias religiosas, etc. Sin embargo, todas aquellas personas que se aventuran en un estilo de vida más simple tienden a crear modelos en los que se trabaja menos, se desea menos y se gasta menos.
Experiencias de simplicidad
Una fuerte crítica contra el consumismo y las economías basadas en el crecimiento económico la encontramos en distintas campañas, colectivos y organizaciones. Si empezamos por el final, encontramos casos como el del Simplicity Institute, una institución dedicada a la investigación y promoción del movimiento que busca visibilizar la existencia de estilos de vida con bajos niveles de consumo, los cuales son necesarios y deseables para la transición ecológica de nuestra sociedad.
Los colectivos que defienden la autocontención y la suficiencia no son pocos y se pueden encontrar diseminados por todo el mundo. Una de las redes más significativas es Simply Living, surgida en 1992 (Ohio), que apoya la creación de un mundo más sostenible y apuesta por el cambio social y la responsabilidad ambiental. En esta misma línea, y muy similar en cuanto a los objetivos marcados, encontramos Simplicity Collective, que facilita la creatividad y transmisión de ideas que promuevan una vida materialmente simple pero enriquecedora. También blogs y webs reflejan multitud de experiencias y alternativas para cada una de las dimensiones en las que la simplicidad puede aplicarse. Vida sencilla, por ejemplo, nos acerca a muchas de ellas y las engloba en distintas áreas que van desde el ecologismo hasta el consumo. Por otro lado, encontramos redes como la de Ecoaldeas, Permacultura, Economía Alternativa y Solidaria (REAS) o EcoHabitar que proponen iniciativas en el ámbito de especialización de cada una.
Campañas para promover las ideas fuerza que nos lleven a elegir estilos de vida más simples se multiplican en distintos países. Desde 1995 existe una campaña en Reino Unido, conocida como International Downshifting Week, que anima a los participantes a abrazar positivamente el «vivir con menos». La simplicidad apunta en muchas direcciones, como es el caso de las posesiones o al tamaño del hogar. El desafío The 100 Thing Challenge da cuenta de ello al conseguir que mucha gente se animara a reducir y simplificar sus formas de vida a través de la reducción de sus posesiones a un número máximo de 100.
[1] Opciones que fueron abordadas ampliamente en el boletín ECOS nº 21 de FUHEM Ecosocial
[2] Es autor de la obra titulada Walden (1854) en la que se profundiza en las ideas núcleo de la vida simple.
Foto de portada: de Lucía Zuloaga
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