Estar a la altura
Lo último que necesitan ahora los socialistas es un pulso entre Susana Díaz y Pedro Sánchez
Susana Díaz y Pedro Sánchez representan dos elementos importantes de la renovación de la clase política. No pueden decepcionar, en momentos como estos, reproduciendo las luchas fratricidas de la historia de su partido. La tensión entre el secretario general del PSOE y la dirigente andaluza, que aún no ha derivado en enfrentamiento directo, podría tomar ese rumbo si los protagonistas anteponen las ambiciones personales a sus responsabilidades.
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Es normal que cada uno tenga una visión diferente a corto plazo. Sánchez tiende a desmarcarse de la idea de partido y dedica lo esencial de su tiempo a darse a conocer y cuidar su imagen; Díaz está más enraizada en la estructura orgánica y vuelca todos los esfuerzos en la preparación de las elecciones autonómicas, que se da por hecho que convocará en las próximas horas. El peligro del exceso de tacticismo por ambas partes es que la oferta socialista termine desdibujándose en plena reestructuración del tablero político, determinada por el desgaste del partido gobernante y la irrupción de Podemos.
En todo este amago de conflicto pesa la promesa de elegir al futuro aspirante socialista a La Moncloa en elecciones primarias. La competencia es legítima, y más cuando se trata de seleccionar al mejor candidato. Tras haber pesado decisivamente en la elección de Sánchez como secretario general, Díaz tiene todo el derecho a pretender ser candidata a la presidencia del país, pero debería de aclarar cuanto antes sus intenciones y hacerlo de una manera que no dañe a su partido. Mención aparte merece el juego frívolo del expresidente Zapatero, dándole munición a un gran rival de su formación, no sabemos si por voluntad de protagonismo o por imprudencia temeraria. Al hacerlo, no solo ha dado oxígeno a Pablo Iglesias sino que se lo ha quitado a su compañero Sánchez.
Por otra parte, entra dentro de las tradiciones de todo partido que tras el cambio de dirección se den movimientos de afirmación del nuevo líder, entre algunos titubeos y contradicciones. Es normal. Esto es lo que ha hecho Pedro Sánchez. Pero ya es hora de que pase a la siguiente fase, de que plantee alternativas sólidas que recuperen la credibilidad sobre la base de compromisos firmes, y no de los fugaces fogonazos que caracterizan su política de comunicación. No es nada fácil averiguar lo que piensa de verdad el líder del PSOE, porque una buena parte de su estilo es más estético que de fondo.
Todo esto retrasa el debate principal, que es el de reconsiderar el papel de la socialdemocracia en Europa y el modelo de sociedad a defender. En el caso de España, además, está en juego la estabilidad aportada por las corrientes centrales del sistema constitucional, una de las cuales ha sido siempre la socialista.
Pedro Sánchez y Susana Díaz deben buscar la forma de complementarse y demostrar que están a la altura de las responsabilidades que les incumben. No pueden cometer el error de olvidarse de los ciudadanos —ni de su partido, que desde las federaciones observa la pelea con preocupación e incluso enojo— en medio de la cambiante y volátil situación preelectoral, que abre una ventana de oportunidad al PSOE para continuar la renovación empezada. Lo último que los sectores de centroizquierda esperan de ambos es que se enzarcen en una batalla interna.
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