En defensa de la sociedad civil ecuatoriana
Esta entrada ha sido escrita porJaime Atienza(@jaazcona).
Movilización de activistas de la CONAIE en Ecuador. Foto: Amazonwatch.
La Coordinadora de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) nunca lo tuvo fácil. La marginación social, política y económica de los pueblos indígenas de Ecuador llegaba desde tiempos inmemorialesy no había sido abordada por ningún gobierno seriamente ya a finales del siglo XX. Su especial relación con la tierra y la naturaleza, lenguas y culturas propias antes “inexistentes” oficialmente, un nivel de pobreza muy extendido, y una gran concentración de la población en el medio rural otorgaban al mundo indígena una condición de especial marginación.
Pero con trabajo, organización y lucha, y el liderazgo de personas comoBlanca Chancoso,Luis MacasoNina Pacario, en el período más reciente,Humberto Cholango, esa situación cambió. Y ahora la organización está amenazada por el acoso del Gobierno ecuatoriano.
En los años 90 la CONAIE se ganó el reconocimiento de la sociedad ecuatoriana a base desucesivos “alzamientos indígenas” que paraban la vida del país. Como resultado, en 1991 la CONAIE obtuvo una sede pública en Quito, en tanto interlocutor social más importante del país. Entre las múltiples acciones desplegadas, también impulsó la creación de la Universidad Indígena, para la que logró apoyo público, un proyecto fundamental para el fortalecimiento de liderazgos que sería cerrada en el período del actual Gobierno. A lo largo de las dos últimas décadas esta organización forzó mesas de diálogo con diferentes Gobiernos en el Ecuador, siempre negociando con el principio de “Nada solo para los indios”, con una lógica y perspectivas inclusivas de favorecer a las mayorías.
Es cierto que la CONAIE y también Pachakutik, el partido creado por los indígenas en los años noventa, cometieron errores –como su corresponsabilidad en el Gobierno del presidente Gutiérrez- que han tenido costes significativos. Pero con todo y con ello, continúa siendo sin duda la organización social con mayor implantación y más fuerte en la historia del Ecuador, y sin duda una de las voces que despertó la conciencia crítica, ciudadana y activista que derivó en la llegada al poder del actual partido de Gobierno, Alianza País.
El presidente Correa anunció pocos días antes de la Navidad que el día 6 de enero le retiraría su sede a la CONAIE para dedicarla a urgentes necesidades sociales. Es difícil no encontrar en esta medida la voluntad de un castigo deliberado, pues el Estado ecuatoriano podría destinar a esos fines decenas de locales sin afectar al histórico movimiento. Así lo consideran cientos de intelectuales y activistas que han suscrito una carta de apoyo a la organización.
La creciente presión extractivista en territorios indígenas del país andino es un elemento importante de contexto, que explica esta escalada de tensión. Antes de la CONAIE, organizaciones mucho más débiles como Acción Ecológica o la Fundación Pachamama, y más recientemente el colectivo de los Yasunidos han sufrido en carne propia y de diversas formas el acoso del poder –a veces sutil, otras más directo-llegando a la retirada de la licencia para operar e incluyendo la retirada exprés de visas a cooperantes internacionales. A los “Yasunidos” que pretendieron impulsar una consulta popular para dejar el crudo bajo tierra en el Yasuní, se le anularon de forma cuestionable las firmas presentadas para evitar esa consulta, declarando ilegales cientos de miles de ellas en tiempo récord.
Las tensiones podrían agudizarse en breve con el impacto inmediato de la caída del precio del crudo, pilar fundamental de las cuentas públicas y de la balanza de pagos de este país andino.
Nunca pensé que se llegaría tan lejos, a someter a la CONAIE a un castigo público como el anunciado, aprovechando lo que puede identificarse como un momento de fragilidad en su evolución histórica. El intento de debilitar a un movimiento combativo para suplantarlo por uno más dócil y aggiornado al poder es una vieja tentación. Si triunfa esta acción, será una tragedia para quienes, en el Ecuador y en otros países, han luchado durante décadas por los derechos y por la mejoría de las condiciones de vida de las poblaciones indígenas.
El mencionado apoyo de destacados líderes sociales de América Latina a la CONAIE constituye un gesto político necesario: el de no callar ante una injusticia. Y nos exige no olvidar una lección importante: por afines o atractivas que nos puedan resultar las ideas y acciones de un Gobierno o de sus líderes, desde la sociedad civil es necesario permanecer alerta ante los excesos que pueda cometer, y denunciarlos públicamente si se producen. Ojalá el Gobierno escuche y atienda esa razonable petición, y rectifique cuanto antes.
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