En el guardarropa con Tilda Swinton
La actriz protagoniza una ‘performance’ en el Museo Galliera de París, donde interactúa con el vestuario de visitantes anónimos
Entre las actividades recientes de Tilda Swinton se encuentran las siguientes peripecias: convertirse en una aristócrata de 84 años en El gran hotel Budapest, transformarse en un cruce “entre Thatcher, Hitler y Berlusconi” en Snowpiercer o protestar a favor de los derechos LGBT envuelta en una bandera arcoiris ante el mismísimo Kremlin. Pero puede que su mayor hito haya tenido lugar esta semana en París, en el marco de Cloakroom (Guardarropía), nueva performance de esta actriz de 54 años, linaje escocés y rostro andrógino.
En ella, Swinton se transforma en una misteriosa encargada de guardarropa, vestida de negro estricto y con su cresta platino peinada hacia atrás. A lo largo de una hora, se dedica a recoger las prendas de los asistentes y establece un diálogo con cada una de ellas, como si fueran entes vivos. Swinton susurra al oído de una gabardina, acaricia un pañuelo y husmea una bufanda. Baila con un abrigo e improvisa un desfile con una chaqueta prestada. Introduce un pañuelo impregnado de su perfume en un bolsillo ajeno, deposita un poema en papel de seda dentro de una manga hibernal y envuelve un ramillete de cardos en una chupa de cuero.
La performance, que se interroga sobre la relación que mantenemos con las piezas que conforman nuestro armario, marca la tercera colaboración entre Swinton y Olivier Saillard, historiador de la moda y director del Palais Galliera de París, que ha acogido la performance durante esta semana. “La idea era explorar la intimidad de estas prendas cotidianas, que no suelen ser admiradas igual que las que firman los grandes diseñadores. Cada una encierra una historia, de la que hemos querido seguir la pista”, explicaba Saillard tras la actuación, mientras Swinton, metida en el papel hasta las últimas consecuencias, devolvía las prendas a cada uno de sus propietarios, junto a una etiqueta que inmortalizaba su participación en la performance. Entre los espectadores más célebres, se ha distinguido esta semana a Isabelle Huppert, Charlotte Rampling, Christian Lacroix, Pierre Bergé, Caroline de Maigret, Nathalie Rykiel o Wes Anderson.
Swinton y Saillard llevan tres años desmontando los rígidos códigos de la moda y proponiendo nuevas formas de ponerla en escena, más allá del tradicional desfile que acompaña la presentación de cada colección. En 2012, Saillard y Swinton ya colaboraron en The Impossible Wardrobe, improbable pasarela donde la actriz exhibía piezas de la colección histórica del Palais Galliera, pertenecientes a personalidades tan dispares como Napoleón, Coco Chanel o Brigitte Bardot. El año pasado reincidieron con Eternity Dress, donde desmenuzaban las etapas de fabricación de un vestido, elevando el proceso a la categoría del arte. Para Saillard, Swinton era la única opción posible. “Puede parecer mujer u hombre, joven o anciana, presente y ausente. Es un personaje único y algo extraterrestre. Puede que no sea plenamente humana”, apunta sobre la actriz, nieta de una dama del alta sociedad británica inmortalizada por John Singer Sargent y compañera de promoción de Lady Di en una exclusiva escuela privada.
Pero Swinton lleva décadas escapando a lo que le deparaba el destino. Tiene un pie en Hollywood –acaba de rodar Trainwreck, lo nuevo de Judd Apatow, heraldo del nuevo humor estadounidense– y otro en el arte de vanguardia, además de encontrar tiempo para ejercer de icono de estilo. Los diseñadores holandeses Viktor & Rolf clonaron su look en un legendario desfile que ella misma protagonizó hace una década. Desde entonces, ha colaborado con dos de sus íntimos, Alber Elbaz y Haider Ackermann, además de haber sido imagen de Chanel. Sin embargo, Swinton asegura no ser una auténtica fashionista. Dice que odia ir de compras y que pasa la mayor parte de su tiempo “en tejanos”. “Lo más interesante de la ropa es que la gente vive en ellas. Es el aliento que contienen nuestra ropa lo que nos vincula a ella”, ha explicado.
Swinton no es la única estrella que participa en el fenómeno protagonizado por la performance, convertida en disciplina artística de moda desde que Marina Abramovic triunfó en el MoMA en 2010, donde pasó más de 700 horas intercambiando intensos silencios con desconocidos. En lo últimos tiempos, también lo han hecho Milla Jovovich, James Franco, Kanye West y Shia LaBeouf, que en febrero pasó cinco días en una galería de Los Angeles, donde los visitantes podían pasar unos minutos con él por turnos y en silencio. Swinton parece tener algo más de pedigrí. No solo por su pasado de musa de un icono vanguardista como Derek Jarman, sino porque lleva bastante más tiempo vinculada a esta forma de expresión. En 1995 pasó varios días durmiendo en una urna de cristal en la Serpentine Gallery de Londres. El año pasado volvió a repetir la experiencia en el MoMA, tal vez para recordar que ya estaba metida en esto antes de que los advenedizos le comieran terren
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