El arte de simplificar la vida
El hombre más rico del mundo no es feliz. Así lo confesaba Jack Ma, el fundador de la empresa china Alibaba, la compañía más sexy en los mercados financieros, en una entrevista concedida en la CNN. Los motivos son varios: la presión que ha vivido en los últimos meses con su salida en bolsa, la carga de las expectativas sobre él, el deseo de no decepcionar a otros; lo más importante, la dificultad para poder ser él mismo. Más allá de que el dinero no nos haga felices pasado un umbral, y de lo que hemos hablado en otra ocasión, algo que nos secuestra por dentro es la complejidad en agenda. Y no hace falta ser Ma, Gates o cualquier magnate, para comprobar en nuestras propias carnes que la serenidad interior va muy de la mano de la felicidad y aquella no se alcanza sino simplificamos un poco nuestra vida.
Se ha vendido una imagen de éxito que no corresponde con la serenidad interior. Parece que debemos estar muy ocupados para sentirnos importantes o para que otros piensen que trabajamos mucho. Y es una trampa. Pretender dar esa imagen nos impide disfrutar de los pequeños momentos con nuestras familias o simplemente, paseando por una calle; y lo que es peor, nos obliga a forzarnos a algo que no somos necesariamente. Ya sabemos: traicionarse a uno mismo es una pésima apuesta para ser feliz.
Otro motivo por el que nos embarcamos en tener una vida compleja está relacionado con la búsqueda de la intensidad. Hay personas que adoran hacer un sinfín de cosas, que no pueden estar paradas y que necesitan una máxima actividad para sentirse vivas. Este es el comportamiento más habitual que reconocen directivos y mandos medios cuando les pregunto en los talleres de liderazgo sobre su principal dificultad. Y la intensidad es una respuesta de negación, es decir, de tapar problemas. Cuando una persona corre y corre, está huyendo de conectar consigo mismo. La búsqueda de la intensidad te obliga a no tener tiempo para ser tú mismo y eso, a la larga, te lleva a la infelicidad, como dijo Jack Ma, en esta entrevista.
Por ello, si queremos ser más felices tendremos que simplificar nuestra vida para disponer de tiempo para nosotros mismos y para saborear los momentos. Veamos algunas ideas para ello:
- Identificar nuestras dificultades. No podremos simplificar nuestra agenda si previamente no reconocemos cuáles son nuestras barreras. Si seguimos necesitando dar una imagen de persona híperocupada o si la intensidad nos seduce, es difícil desprendernos de la complejidad. Por ello, si eres de las personas que tienes una agenda al límite y no encuentras momentos para saborear los momentos (y no importa que seas estudiante, ama de casa o empresario), párate a pensar un momento y pregúntate: ¿de qué estoy huyendo? Por lo que he observado muchas veces, a veces la respuesta a esa pregunta es una pareja, un trabajo o un tipo de vida, de la que no sabemos cómo salir y preferimos olvidarnos de ello a través de la acción.
- Identificar nuestras dificultades. No podremos simplificar nuestra agenda si previamente no reconocemos cuáles son nuestras barreras. Si seguimos necesitando dar una imagen de persona híperocupada o si la intensidad nos seduce, es difícil desprendernos de la complejidad. Por ello, si eres de las personas que tienes una agenda al límite y no encuentras momentos para saborear los momentos (y no importa que seas estudiante, ama de casa o empresario), párate a pensar un momento y pregúntate: ¿de qué estoy huyendo? Por lo que he observado muchas veces, a veces la respuesta a esa pregunta es una pareja, un trabajo o un tipo de vida, de la que no sabemos cómo salir y preferimos olvidarnos de ello a través de la acción.
John Lennon.
- Centrarnos en la esencia de las cosas y en las más importantes. La simplicidad pasa por aceptar desprenderse de lo superfluo a todos los niveles, desde un email, a un artículo, a una explicación de por qué hemos hecho algo o, incluso, a la hora de montar una empresa. Es decir, simplicidad es sinónimo de decir no. Es imposible mantener una vida sencilla si arrastramos miles de compromisos.
- Olvidarse de la perfección. A veces nos llenamos de detalles para alcanzar la perfección y en esa búsqueda damos la espalda a lo sencillo, a lo que el otro puede comprender. No hace falta un sinfín de datos para demostrar que sabemos mucho, como ocurre en muchas organizaciones que se llenan de páginas y páginas de justificaciones para decir algo que se podría resumir en una sola. De hecho, la inteligencia más elevada se demuestra en la capacidad de hacer sencillo lo complejo para que pueda ser comprendido por todos y si no, recordemos del colegio las fórmulas de la teoría de la gravedad o de la termodinámica. Son enunciados sencillos que recogen años de estudio.
“La verdad siempre se halla en la simplicidad y no en la multiplicidad y confusión de las cosas”
Isaac Newton
- Crear colchones de tiempo en nuestra agenda. Si seguimos estrujando el tiempo como si se tratara de un limón para llegar a mil y un sitios, nos iremos olvidando de nosotros mismos. En nuestro día a día, debemos encontrar los colchones de tiempo para los pequeños momentos que nos hacen sentirnos plenos. Y eso solo depende de nosotros mismos.
Imagen: Licencia Creative Commons, Katie Brady
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