Inventando patrimonio

La promoción turística de la red de galerías comerciales en el centro de Santiago de Chile Todo o casi todo lo que se hace hoy en las ciudades empieza o acaba poniéndose al servicio de lógicas generadoras de plusvalías económicas y simbólicas, sin la menor consideración por los efectos sociales de tales operaciones, que con tanta frecuencia implican la expulsión de vecinos o usuarios considerados "inadecuados". Estos procesos se están produciendo en centros históricos latinoamericanos que han intentado imitar el modelo europeo de turismo cultural, a la manera de una forma de continuidad y renovación de las raíces coloniales de su historia urbana. El aspecto positivo de estas dinámicas es que han interrumpido los desmanes provocados por intereses económicos que todavía no habían reparado en la industria turística como fuente de beneficios y rescatan lo que ha sobrevivido a la antihistoricidad del movimiento moderno, que había dejado casi sin edificios antiguos a ciudades como São Paulo o Buenos Aires. Ese el caso de Santiago de Chile, aunque aquí en la desaparición de edificios de valor monumental hayan tenido un peso importante los terremotos que de manera casi regular han venido afectando la capital chilena. El centro de Santiago era y es todavía apasionante. Además de la actividad frenética de sus calles, que permite reconocer que ahí no solo hay centro, sino también centralidad urbana, uno puede encontrarse cosas tan singulares como los "cafés con piernas", dejando de lado los juicios que cada cual quiera hacer a propósito de unos espacios en los que las tostadas de la mañana te las sirve una joven con muy poca ropa. También sorprende la proliferación reciente de restaurantes donde uno puede degustar la comida chilena por excelencia en estos momentos, que, por cierto, es... peruana.
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