Otras casas que están en esta
FOTO: Jesús Granada
En Jaén, tenían la buhardilla, pero jamás la habían usado. La llegada de dos hijos cambió esa decisión. Los dueños de la vivienda encargaron una rehabilitación de la cubierta para transformarla en el sitio de los niños.
Lo único seguro ante un niño es que va a crecer. Y que ese crecimiento cambiará sus necesidades, sus prioridades y, por lo tanto, el uso que hará del espacio. También es probable que antes de crecer ya quiera cambiar. Para asumir ese cambio, los arquitectos Luis Carlos Fuentes Ortuño y Miguel Ángel González Gómez, apoyados por el aparejador Ramón Laínez Torrente tuvieron claro que el espacio para los pequeños debía ser, además de resistente, cálido, limpio y sin aristas, un lugar flexible, mutable y adaptable.
Así, huyendo de un esquema rígido y convencional de tabiques divisorios, los proyectistas propusieron un espacio continuo y flexible organizado en torno a un núcleo central que esconde una serie de paneles móviles que hacen posible esa flexibilidad: la división o la conexión entre espacios en vertical y en horizontal. La calidez, la seguridad y la limpieza la dieron los materiales: roble en el suelo y puertas y armarios lacados en blanco mate, sin tiradores, sin salientes, sin distracciones y sin peligros.
Más allá de flexibilizar el espacio, la conexión entre estancias, además de componer diversos juegos espaciales, aportar aire, ventilación cruzada natural, cambios en la iluminación –y en las vistas- y cierta protección de la vivienda frente a la luz o a las miradas que llegan desde el exterior.
Con los niños en una azotea convertida en buhardilla la lección está clara, el espacio donde mejor se encuentran no difiere apenas del que hace sentir bien a un adulto.
Coste por metro cuadrado según arquitectos: 538€/m2
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Babelia
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