Robots de compañía
La tecnología debe servir a una vida más humana, no más robótica
Dentro de 50 años nadie conducirá un coche”. La frase es de Tony Prescott, director del Sheffield Center for Robotics, uno de los más avanzados lugares de robótica de Europa; y no lo dice porque crea que para entonces habremos prescindido de este engorroso —en tantas ocasiones— sistema de movilidad, sino porque se conducirán solos. Para que eso suceda, muchas otras cosas habrán tenido que cambiar también en el ámbito social.
La robótica ofrece soluciones que pueden hacernos la vida más fácil. Algunas de ellas están empezando a tener una utilidad indiscutible, por ejemplo en cirugía. Y otras prometen nuevos y grandes avances. La nanotecnología, por ejemplo, está ensayando vehículos capaces de viajar por el cuerpo y atravesar la barrera que protege el cerebro para llevar una molécula al centro mismo de un tumor.
Pero más allá del asombro que causan las nuevas fronteras del conocimiento, tenemos que explorar cómo condicionarán esos avances nuestra propia vida, cómo será el mundo que se creará al calor de esas tecnologías. “Dime qué investigas y te diré cómo va a ser la sociedad que preparas”, se podría decir.
Resulta fascinante saber que se están fabricando robots peluche capaces de hacer las funciones de un animal de compañía o de un cuidador, e incluso de reaccionar a las caricias de una persona. Pueden ser muy útiles, se nos dice, para los enfermos de alzhéimer. Quizá sea cierto, aunque no es fácil imaginar que se logre sustituir el calor de una mano humana por la de un robot.
En este perfeccionamiento tecnológico, quizá nos consuele pensar que seguimos siendo tan humanos como para preocuparnos por el bienestar de nuestros ancianos poniéndoles un robot de compañía. Claro que es una situación en la que nadie querría estar de forma voluntaria...
Desde luego, algún día puede resultar más barato sustituir a los auxiliares de enfermería por un robot que lleve la comida a los enfermos de un hospital. Pero tampoco es lo mismo.
Bienvenida sea la investigación en robótica, en todo caso, sin dejarse llevar por el pesimismo ni el catastrofismo. Y sin olvidar nunca que las tecnologías deben ser un instrumento al servicio de una vida más humana, no más robótica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.