Sísifo en Gaza
Reconstruir Palestina puede costar unos 9.000 millones de euros. Pero no se trata de una catastrofe natural. ¿No esperarán que volvamos a pagar los platos rotos, no?
Ha empezado el baile de cifras sobre la reconstrucción de Gaza después de la penúltima agresión israelí. Las autoridades palestinas la valoran en unos 3.900 millones de euros, aunque habría que invertir 6.000 millones para recuperar cierta normalidad. La ONU considera que seguramente habría que poner encima de la mesa 9.000 millones. Con un poco de suerte, en breve habrá la inevitable conferencia de donantes, donde se harán promesas que, en pocos meses, se comprobarán de nuevo infundadas. Ya se sabe, hemos cooperado por encima de nuestras posibilidades pero tenemos un gran compromiso en la lucha contra la pobreza, on connait la chanson. Para aliviar la desesperante situación, algunas organizaciones activan ya todos sus resortes, SMS y presentadoras de prime time, no es para menos.
Alto, un momento. ¿No esperarán que volvamos a pagar los platos rotos, no? Esto no ha sido una catástrofe natural, donde los culpables de que la población no haya podido escapar a sus efectos puedan más o menos esconderse detrás de los márgenes de error de nuestra simulaciones meteorológicas o cálculos de dinámica de fluidos. No, esta vez hay nombre y apellidos, responsables de dar órdenes precisas para destruir objetivos civiles sin ningún interés militar. La administración israelí ha invertido casi 2.000 millones de euros en convertir Gaza en una montaña de dos millones de toneladas de escombros. Los ciudadanos del resto del mundo hemos estado contribuyendo a reconstruirla, en una nueva versión del mito de Sísifo, en incontables ocasiones. El Ayuntamiento de Barcelona, sin ir más lejos, veía cómo sus intervenciones urbanísticas en la franja quedaban hechas añicos en la anterior campaña israelí. Al final se cansó de llenar un pozo sin fondo, claro está.
Podemos adelantar la ayuda, pero con la condición de que sea una deuda contraída por Israel con los donantes
Ahora que nos replanteamos cómo seguir financiando nuestra cooperación, vistos los recortes indiscriminados de las diferentes administraciones en España, quizás debiéramos pensar en nuevos instrumentos que, como en este caso, carguen sobre los mecanismos y actores que generan desigualdades y pobreza, todo el peso de su reparación. La Tasa Tobin va de manera excesivamente tímida, por ahí, por gravar la economía financiera e intentar paliar sus excesos. En este caso, la identificación más o menos exacta de los daños y sus autores nos ofrece la posibilidad de exigir su reparación perfectamente delimitada.
Las armas debería ser gravadas para compensar todo el daño que provocan, como el tabaco
Alguien argumentará, lógicamente, que la gravedad de la situación nos obliga a actuar urgentemente, que no podemos esperar a que esto se acepte sin más. De acuerdo, pero debe existir la manera de abrir un asiento en alguna contabilidad internacional que no olvide el esfuerzo que podamos hacer ahora para limpiar las calles de Gaza de cascotes. Podemos adelantar la ayuda, pero con la condición de que sea una deuda contraída por Israel con los donantes, porque todavía tendremos que ver cómo se ofrecen créditos para la reconstrucción y encima sea Palestina la que se endeude, cerrando un círculo muy lucrativo que comienza con los fabricantes de armas. Se necesita casi el doble del presupuesto que España dedicaba en un año a cooperación en los mejores tiempos, para que nos situemos.
Porque, por poner medidas, por ejemplo y hasta que no lleguemos a un control muchísimo más estricto de su comercio, las armas debería ser gravadas para compensar todo el daño que provocan, como el tabaco o lo envases no retornables, sin querer frivolizar. Esa y tantas otras medidas hay que plantearlas a escala sistémica, no como inofensivos arañazos, para tener alguna posibilidad de incidencia y de cambio en el orden mundial actual, que es lo que hace reproducir secula seculorum las desigualdades y los desastres. Si no, seguiremos poniendo tiritas para atajar una hemorragia insoportable, como la de la franja esta vez, que vuelve a esperar que Sísifo suba la montaña.
Antes de marcar cualquier número 28 en nuestro móvil, debemos exigir a Israel que nos deje Gaza exactamente como la encontró antes de atacarla, al menos en lo material. Por favor, que alguien envíe la factura a Tel-Aviv y, en el mismo sobre, una citación para vernos en los tribunales.
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